IGORs

jueves, 14 de enero de 2010

NUEVOS INQUILINOS "Gemelos: primer acto" (Quinta entrada)


Nuño, por su parte, había estado revisando la casa en busca de su compañero. Al no encontrarlo, había ido a la despensa a comer algo, mientras pensaba dónde podía estar. Probablemente se habría escondido en alguna parte a echar una cabezada, así eran todos, siempre le tocaba hacerlo todo a él. Al menos, eso pensaba hasta que vio la comida a medio preparar de Omar. Si algo era su compañero, aparte de mujeriego, era glotón, jamás dejaba que sobrara nada, si alguien no quería más, ahí estaba él para ayudarlo.

Se acercó a la puerta de la despensa y comprobó que el suelo estaba mojado, alguien la había abierto recientemente. Al salir al exterior, pudo corroborar lo que ya imaginaba, las huellas de su compañero se alejaban del tejadillo.

El novato se tapó bien y cerró la puerta, si Omar andaba metido en algún lío, más le valía solucionarlo antes de que Teodosio se despertara. Salió del tejadillo y comenzó a seguir las borrosas huellas bajo la nieve.

Mientras tanto, Omar y Rosa se hallaban ya en la iglesia resguardados y la joven caminaba entre los bancos cabizbaja, ocultando una siniestra sonrisa de los avariciosos ojos que iban tras ella. Al llegar al altar, Rosa se paró y retiró la alfombra de esparto que había ante ellos mostrando una trampilla de poco más de un metro cuadrado. Cogió una vela y la encendió, mientras, Omar, sin perderla de vista, levantaba la sólida puerta de madera.

Bajó tras ella, sin casi ver los escalones que tenía a sus pies, sólo la seguía tanteando el suelo con la puntas de los pies. Descendieron en completo silencio más de veinte metros hasta que, al fin, llegaron al último escalón, habían llegado a un pequeño rellano en el que apenas cabrían tres personas más.

-Espero que esto no sea un truco, aquí no veo ningún tesoro- dijo Omar bastante ansioso.

-Está tras esta puerta- dijo Rosa acercando la luz a la pared de la derecha e iluminando una sólida puerta con un grueso tablón atravesado.

La joven dejó la vela en el suelo y retiró la madera con ambas manos. Omar, que no cabía en sí de la ilusión, abrió la puerta y dio tres pasos hacia la oscuridad de la sala que se abría ante él, convencido de que en cuanto entrara la joven con la vela vería montones de joyas y monedas.

La puerta se cerró violentamente tras él, sumiéndole en las tinieblas y el sonido del tablón contra el metal le sacó del trance.

De repente, un miedo intrínseco en el ser humano a la oscuridad absoluta comenzó a aflorar en él. Se giró por puro instinto de supervivencia y cargó contra la puerta, armando un gran estruendo y dislocándose el brazo.

-¡¡¡Aaarggg!!!- gritó de dolor e impotencia. –¡¡¡Ábreme zorra traidora!!!, ¡¡¡bruja!!!, ¡¡¡cuando salga de aquí, te partiré en dos!!!, ¡¡¡a ti y a todo tu pueblo!!!

-Jamás saldrás de aquí- le contestó la joven con tono burlón –los hombres como tú son tan previsibles.

-¡¡¡Sácame ahora mismo!!!- gritaba mientras seguía golpeando la puerta con el brazo sano.

-Yo que tú ahorraría energías- respondió la voz alejándose escaleras arriba, -no sé si te has dado cuenta, pero no estás solo.

Al hombretón se le encogió el corazón y se giró de espaldas a la puerta. Unos segundos le bastaron para distinguir varias respiraciones distintas, aparte de la suya, ninguna parecía humana.

Bajo la nieve, Nuño se repetía que tenía que traer a Omar de vuelta antes de que se levantasen sus compañeros, apunto estaba de girar la esquina de la casa y ver cómo salía una pelirroja figura de la iglesia. De repente una gélida corriente le entró por el cuello recorriéndole todo el cuerpo y el aullido cercano de un lobo terminó de convencerlo, su obligación era vigilar desde la casa y evitar cualquier huida. Omar era mayorcito para asumir sus propias responsabilidades, así que volvió a la cabaña y se sentó frente a la ventana a esperar. Con un poco de suerte, su compañero volvería antes de que los gallos despertaran a todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario