IGORs

Mostrando entradas con la etiqueta Nuevos inquilinos "El Caballero Teutón". Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Nuevos inquilinos "El Caballero Teutón". Mostrar todas las entradas

jueves, 28 de enero de 2010

NUEVOS INQUILINOS "El Caballero Teutón" (Primera entrada)


Aquí esta mi segundo aporte a la saga Nuevos inquilínos, espero que lo disfruteis:
Nuevos inquilinos: El caballero Teutón

La sala se encontraba en penumbras, presidida por una suerte de trono pétreo, poco ornamentado. Allí una enorme figura con gruesos bigotes y larga melena gris descansaba indolente, su cuerpo se encontraba cubierto por una cota de malla deslustrada por mil usos y encima, un tabardo blanco con una cruz negra completaba la estampa, delatándole como caballero teutón. A la izquierda del trono, se encontraba de pie una figura envuelta en una túnica marrón, sus atavíos denotaban una ocupación eclesiástica, sus manos se encontraban entrecruzadas en las anchas mangas, mientras su rostro se mantenía oculto bajo las sombras de la capucha.

-Aproxímate Elrick- al pronunciar estas palabras, el rostro del caballero que descansaba sobre el trono remarcó unas visibles cicatrices.

Tras esa voz de mando, otra figura emergió de la oscuridad, en completo silencio pese a su robusto aspecto y se detuvo en las penumbras que rodeaban el trono,

-Preséntate- dijo el monje, su voz era rasposa y desagradable.

-Soy Elrick Von Staffen, caballero Halbruder de la orden Teutónica. Me presento humildemente ante usted, Gran Maestre Ludolf Köning- la voz del caballero era grave y dejaba entrever que aquel hombre estaba más acostumbrado a dar órdenes que a recibirlas.

El monje mostró un leve aspaviento bajo su túnica, no haber sido incluido en el saludo no debió agradarle.

-Has servido bien a esta orden durante años- comenzó el gran maestre- no obstante en los últimos meses tú y tu regimiento desaparecisteis- al escuchar estas palabras, Elrick bajó la mirada- comprendo que luchaste hasta el final, pero es de necesidad que nos cuentes el suceso-.

El caballero pareció dudar un momento ante la orden de su superior, se resistía a recordar aquellos aciagos días, pero finalmente comenzó su narración.

-----------------------------------------

Todo comenzó el día diecisiete de octubre del año de nuestro señor mil trescientos cuarenta y cuatro del calendario gregoriano. Un nutrido grupo de paganos lituanos habían conseguido acceder de algún modo a los bosques occidentales de las tierras teutonas, ignoro cómo lograron esquivar a nuestros ejércitos y guardianes pero así era. Ante la posibilidad de tener que luchar en dos frentes si aquello se consentía, y teniendo al resto de la orden ocupada en la frontera de oriente, eligieron a mi batallón para eliminar la amenaza. El día mentado yo, junto con otros cuarenta Halbruders bien armados y entrenados, partí hacia aquellos oscuros bosques, con Cristo en mi corazón, mi espada en la mano y mis hermanos a mis espaldas sería una empresa sencilla. Libraría los bosques occidentales de aquella corrupta gangrena que amenazaba con carcomer nuestra hegemonía en aquellas tierras paganas.

Durante días cabalgamos, cogíamos provisiones de las aldeas por las que pasábamos, de ese modo podíamos avanzar más rápido portando menos peso, la gran mayoría de los campesinos nos ofrecían de buen grado lo poco que tenían y los pocos que fueron tan poco píos de negar su ayuda a la orden fueron castigados, y obtuvimos igualmente las provisiones por la fuerza. En varias ocasiones nos cruzamos con algunos de nuestros hermanos que marchaban en dirección contraria, unos pocos saludos era todo el reconocimiento que necesitábamos. Sin ningún otro contratiempo destacable el día veintitrés llegamos al linde del extenso bosque donde aquellos herejes se habían asentado. Era una visión grandiosa e intimidante a la vez, se trataba de un bosque inmenso, cuyos límites se perdían en la distancia. Accedimos por uno de sus senderos, conscientes de que nuestras monturas no podrían maniobrar bien en zonas de vegetación más densa, y desde luego aquel bosque era denso, como una de las selvas de las historias del sur.

Las horas transcurrieron, nos manteníamos alerta, sabiendo que pese a ser la flor y nata de la ilustre orden, aquellos salvajes podían con facilidad superarnos en número. Ordené a Olaf, mi segundo al mando, un contundente guerrero proveniente de las tierras escandinavas, que cerrase la comitiva para mayor precaución.

Aquel bosque, más sombrío y ominoso que el vientre de una oscura bestia resultaba perturbador. Pese a ser buena mañana, la luz no penetraba en aquel lugar. No obstante, llevaba la luz del único dios en mi alma, así pues no temí. Para acallar los temblores de mi cuerpo comencé a emitir rezos en silencio al que es uno y trino.

Perdido estaba en mi muda plegaría, cuando oí a uno de mis hombres gritar y caer. Me giré raudo sólo para ver cómo una andada de saetas, flechas y hachas asediaban a mis hombres. Ante una orden mía todos rompieron filas en grupos y cargaron contra nuestros asaltantes. Habían caído sobre nosotros sin previo aviso, eran sigilosos como una vil serpiente. Yo mismo cargué contra aquellos paganos hijos del oscuro, con mi espada en mi diestra y mi martillo en mi zurda di buena cuenta de esos malditos, pero nuestra mayor habilidad y las numerosas bajas que sufrían no parecía intimidarles lo más mínimo. Se lanzaban con furia salvaje, sin temer, poco a poco habían comenzado a emitir extraños cánticos que parecían arengarles, mientras que a mí me perturbaban en lo más hondo de mi ser. Lentamente, persiguiéndoles como pude, me fui alejando del sendero hasta acabar en un amplio claro, cuando emergía a él una jabalina acertó a mi montura en el cuello. Caí aparatosamente al morir mi fiel caballo. Durante un instante, aturdido, fui consciente de que más herejes llegaban al lugar, trayendo consigo a sus perseguidores, mis hermanos de armas, para acabar allí con sus monturas, salvó las de aquellos que ya llegaban desmontados. Algo no marchaba bien, pero en aquel momento lo fundamental era ganar la batalla. Un lituano rubicundo, ataviado únicamente con pieles, un yelmo de cara descubierta y armado con una tosca lanza se aproximaba hacía mí mientras cavilaba. Cuando se disponía a enviarme con mi hacedor actué, veloz y sin aviso previo, aparté con un golpe del martillo la lanza hacía mi izquierda y hundí el filo de mi espada hasta la empuñadura entre las costillas del salvaje. Se quedó laxo, apoyándose contra mí y comenzó a emerger sangre de su boca, había atravesado un pulmón, probablemente también el corazón. Me alcé y de un empellón destrabé mi espada del cuerpo inerte. Envalentonado corrí con mis armas dispuestas para ayudar a mis guerreros. La batalla en el claro fue un asedio constante, aquellos salvajes vestidos con pieles y marcados con tatuajes primitivos no cejaban en su empeño, pero mis hombres y yo éramos superiores en armamento y entrenamiento a nuestros oponentes. Finalmente, tras una larga lucha, el último de aquellos paganos huyó hacía la espesura, siguiendo a varios de sus compañeros.

Por un instante nos mantuvimos en guardia, expectantes, preparados ante otros ataques, pero nada sucedió. Miré a mí alrededor, junto a mí estaban Olaf y otros trece guerreros. A nuestros pies se encontraban los cadáveres de poco más de una decena de mis hombres, en contraste con la ingente cantidad de lituanos difuntos, con un rápido vistazo calculé que debían ser un centenar. Del resto de nuestros hermanos no había rastro alguno.

-Gran batalla- aventuró Olaf.

-Desde luego es una victoria para la fe verdadera, pero no una victoria completa, aún quedan paganos en estos bosques, hemos de encontrarlos- Nadie discutió mis órdenes, todos eran profesionales.- Pero antes debemos dar sepultura a nuestros hermanos y pensar un curso de acción acertado-.

NUEVOS INQUILINOS "El Caballero Teutón" (Segunda entrada)


Durante el entierro de nuestros hermanos no pude evitar sentirme culpable. Mi confianza en nuestra fuerza superior causó nuestra caída, nos rodearon y asaltaron por todos los flancos. Apartado del resto, observándoles, viendo nuestros yelmos ornados con astamentas y motivos salvajes, juré que si debía convertirme en demonio para vengar a mis hombres y acabar con la herejía, así sería.

Cuando todos los cuerpos estuvieron enterrados, la noche comenzaba a caer sobre nosotros. Algunos de mis hermanos murmuraron acerca de la posibilidad de hacer noche pero obvié sus comentarios.

-Señor- se atrevió a hablar finalmente Olaf, en representación del resto de guerreros,- Quizás deberíamos hacer noche, no sabemos hacia dónde dirigirnos y alguno de nuestros hermanos perdidos podrían seguir vivos-.

-No haremos noche- Le observé, con una mirada de desaprobación- los lituanos saben que estamos aquí y nuestros hermanos extraviados, de seguir vivos, ya habrían llegado, a no ser que estuviesen presos- alcé mi rostro al cielo- Y el camino nos lo marcará nuestro señor- me arrodillé y comencé a rezar. Me percaté de una mirada de incredulidad por parte de Olaf, pese a ser un magnífico guerrero a la hora de usar su gran hacha era el menos pío de mis soldados.

Mientras rezaba la noche terminó de gobernar el paisaje. Cuando incluso yo me disponía a abandonar mi continuada plegaría, oí a uno de mis soldados dar una voz de aviso. Mis ojos se abrieron con calma, a sabiendas de que mi petición al altísimo había sido escuchada, miré hacia donde señalaba mi hermano y vi el inequívoco fulgor de fuegos en mitad de la espesura, a una larga distancia hacia el interior del bosque.

-Han de ser ellos- dije más para mí que para mis subalternos.

-Eso no tiene por qué ser así- respondió Olaf.

-Hermano, tu falta de fe me llena el corazón de desazón, he rogado por una señal y los fuegos se han encendido-respondí.

-Se han encendido porque ha caído la noche- apenas terminó esta frase Olaf, me adelanté y levanté mi mano dispuesto a castigarle por su falta de fe. Él me observo sin inmutarse, finalmente decidí contenerme.

-Iremos, no se hable más- sentencié.- Preparad cuatro antorchas con las maderas que haya próximas, en breve seremos incapaces de ver nuestras propias manos-.

Nos pusimos en camino, adentrándonos en la espesura, siguiendo la dirección de los fuegos. Durante el trayecto Olaf no dijo nada más y no tardo en quedarse en retaguardia para cerrar la marcha. El resto de mis hermanos también mantuvieron silencio, expectantes, habíamos caído en una emboscada, no volvería a suceder. Los dos Halbruders más jóvenes comenzaron a recitar plegarias a Dios para ahuyentar el temor, práctica que varios comenzaron a imitar poco después. Más de una vez pensé en exigirles silencio, pese a ser un murmullo casi inaudible podía delatarnos, pero fui consciente de que nuestras propias armaduras provocaban un ruido mayor y aquellos rezos al menos templaban los nervios de mis hombres, cosa necesaria.

El tiempo pasaba y la situación era cada vez más desalentadora, la oscuridad era casi total, las cuatro antorchas que portábamos tan solo aportaban la luz suficiente para evitar tropezar, pero era preferible aquella penumbra a encender más fuegos que pudiesen llamar la atención. Después de una caminata sorprendentemente larga en mitad de aquel enorme bosque oscuro, llegamos a un sendero apenas visible por un pequeño trazo sin vegetación.

-Señor- dijo el guerrero de mi derecha,- este camino se ha marcado hace pocos días, y no hace mucho que ha pasado gente por aquí-. Le miré, estaba agachado observando vegetación, su nombre era Conrad, hacía casi tanto tiempo que me acompañaba como Olaf, había aprendido a escuchar sus consejos, antes de caballero, había sobrevivido como cazador furtivo, se libró de la horca al jurar lealtad a la orden.

-De acuerdo- dije. Se puso en pie y apoye mi mano diestra sobre su hombro para mostrarle mi agradecimiento- En ese caso sigamos esta senda-.

Avanzamos por el camino, más atentos, asumiendo que nuestros enemigos probablemente hubiesen pasado recientemente por aquel sendero. Tiempo después llegamos a una encrucijada. El camino seguía, pero una senda partía por el lateral izquierdo del mismo. Paramos nuestra marcha y pedí a Conrad que usase sus dotes de rastreador para decirme por donde había ido el grupo que seguíamos, no tardó en dar respuesta.

-Creo que la mayoría siguieron hacía el frente- se giró para mirarme,- pero unos pocos tomaron el otro sendero.

Deliberé en mi fuero interno sobre cuál sería la estrategia más adecuada. Al fin me decanté por enviar a cinco hombres por aquella vereda, para realizar una rápida inspección, mientras el resto del grupo seguiría avanzando. Así se lo comunique a mis hombres y no fueron pocos los gestos de disgusto, nuevamente fue Olaf el único que se atrevió a plantarme cara.

-Señor- me dijo con un tonó que mostraba respeto pero también condescendencia,- eso sería poco inteligente, yendo el batallón al completo nos redujeron a menos de la mitad, si nos dividimos, quién sabe si volverán, o si cuando den con nosotros seguiremos vivos-.

-Olaf, viejo amigo- Le respondí tratando de ocultar el enfado que comenzaban a provocarme sus constantes críticas,- yo soy el que dirige el batallón y mis órdenes han de ser obedecidas-. Miré al resto de mis hombres- además, hemos de purgar todo este bosque de herejía, no podemos dejar a ninguno de esos paganos vivos, ni tampoco podemos perder más tiempo del imprescindible-. Volví a mirar a Olaf- ¿algo que añadir?-. Por un momento, los ojos de Olaf mostraron desafío, pero finalmente apartó la mirada- de acuerdo pues-. Señalé a cinco de mis hombres, incluyendo a August, un robusto veterano y a los dos jóvenes- vosotros investigaréis este sendero, los demás vendréis conmigo-. Mis órdenes se cumplieron sin más quejas.

Avanzamos en la negrura que nos rodeaba, diez guerreros fieles a la fe auténtica. No había manera de comprobar el tiempo transcurrido, pero el sendero parecía extenderse sin fin. Largo tiempo después comencé a echar en falta noticias de los otros cinco soldados, pero supuse que estarían siguiéndonos a cierta distancia. Al fin, entre las ramas, comenzaron a asomar los titilantes destellos de los aun lejanos fuegos.

-Señor- llamó Olaf desde la retaguardia,- alguien nos sigue-.

-Serán August y los demás- respondí.

NUEVOS INQUILINOS "El Caballero Teutón" (Tercera entrada)


En ese momento, un rugido rompió el silencio de la noche. Fuese lo que fuese no solo venía por detrás, también por los flancos, de un modo similar a la primera emboscada, pero era imposible, esta vez íbamos alerta y en el silencio de la noche, no podían ser tan sigilosos. Oí a Olaf emitir un rugido de batalla a la par que un gruñido llamaba mi atención desde el frente. Al ver aquello mi fe se fortaleció, era la prueba de que el maligno existía. Corriendo encorvada una figura de piel oscura y malsana avanzó hacía mí, su rostro mostraba rasgos perrunos, sus manos terminaban en garras afiladas, su piel carente de pelo y correosa desprendía un olor asquerosamente amargo. Por un instante, el miedo me petrificó, pero cuando saltó sobre mí, nombré al hijo de Dios y golpeé con mi martillo la cabeza de la impía criatura. Cayó a un lado, rodando, su cráneo se había doblado hacia dentro al recibir el impacto, pero ante mi horrorizada mirada la oquedad recuperó su forma original y la criatura se alzó lanzando un rugido de furia. A mis espaldas oía a mis hermanos luchar contra aquellos seres, entre gritos de terror e ira. No me distraje, centré mi atención en mi enemigo. Volvió a cargar contra mí, otra vez mis años de entrenamiento y mi cuerpo templado en mil batallas hicieron que me adelantase, y volví a hendir su cráneo con mi martillo de combate, pero una vez más, aquel horroroso rostro recupero su forma original y la criatura apenas parecía aturdida. Detrás de mí oí un alarido acuoso de uno de mis hombres. La bestia pareció captar mi distracción y se abalanzó con furia renovada, sus zarpas me alcanzaron en el antebrazo izquierdo y en el pecho, haciéndome retroceder y soltar el martillo. En respuesta, ignorando el dolor, lancé un golpe de mi espada que hirió con sorprendente facilidad la cabeza del perruno ser, partiéndola por la mitad, la criatura trastabilló aparatosamente y se derrumbó en el suelo.

-¡LAS ESPADAS!- grité al instante- ¡USAD LAS ESPADAS!-.

Ante mi grito una nueva criatura me atacó apareciendo desde la espesura, la recibí blandiendo mi espada con las dos manos, trazando un amplio arco que provocó que cayese al suelo partida a la altura del estómago. Otras dos criaturas emergieron, una se abalanzó sobre mi cuando aún me recuperaba de mi anterior ataque, derribándome en el suelo, la segunda saltó sobre mi cuerpo caído, sus garras y dientes se clavaron en mi cuerpo. Pensé que mi fin había llegado cuando dos de mis hermanos apartaron a aquellos seres a espadazo. Me levanté exhausto, los pulmones me ardían y todo el torso me dolía de una manera horrible. Ignorando las penalidades sujeté de nuevo mi espada, pero la mayoría de las criaturas estaban ya muertas y el resto se retiraban. Me di la vuelta para observar al batallón, la escena era descorazonadora, cuatro de mis hermanos yacían muertos, uno de ellos tenía la garganta arrancada de un mordisco, el resto estaban cubiertos de diversas heridas, otro de mis guerreros había desaparecido y el resto de mis hombres estaba heridos y agotados sin excepción. A nuestro alrededor yacían una docena de cadáveres contrahechos y diabólicos, cuatro de ellos a los pies de Olaf. En los pocos instantes que nos tomamos para recuperar el aliento sucedió algo horrendo. Las criaturas comenzaron a exudar un oscuro líquido y después su propia carne empezó a burbujear y a deshacerse con un asqueroso olor a podrido y a corrupción. Sin poder contenerse más, uno de mis guerreros se quitó el casco y devolvió, poco tiempo después aquellos seres no eran más que oscuros y malolientes charcos en el follaje del bosque. Finalmente uno de mis hombres rompió el silencio reinante.

-¿Qué demonios era eso?- dijo en voz baja, casi inaudible, como si temiese llamar la atención de aquellas criaturas de nuevo.

-No lo sé- dijo Olaf con su potente torrente de voz, provocando que los demás mirasen temerosos a la vegetación que nos rodeaba,- pero por dios que estos bichos eran fuertes-. Sujetó su cota de mallas enseñando un agujero- desgarraron mi armadura de un solo zarpazo.

-Tú bien lo has dicho Sven- respondí dirigiéndome al primero que había hablado,- son demonios, pero con la ayuda de Dios hemos acabado con ellos-.

- Señor- dijo Conrad a mi zurda,- Lo que sucede en este bosque no es natural, esas criaturas realmente eran monstruos-. Desvió temeroso la vista a los alrededores- prefiero enfrentarme a humanos, esos seres no eran obra de Dios-.

Durante unos instantes pensé en las palabras de mi hermano de armas, era verdad que aquellas bestias eran mucho más terribles que los salvajes Lituanos, y los fuegos aún estaban a una distancia considerable y más en aquel difícil terreno, después de reflexionar me pronuncié.

-Estoy de acuerdo- Todos me observaron a la espera de ver como terminaba aquella frase- Parece que la noche es más amiga de los lituanos que nuestra, conocen mejor el terreno y esas bestias no nos asaltaron durante el día-. Me giré hacia Conrad- ¿serías capaz de encontrar un sitio apartado y seguro en el que descansar en este bosque?-.

- No estoy seguro- se le notaba dubitativo,- ellos conocen mejor este terreno que yo-.

-Cierto, pero confiarán en que sigamos avanzando hasta dar con ellos- interrumpió Olaf, dirigió la vista al cielo y continuó- Además queda poco para que amanezca, con que encuentres un lugar defendible bastaría-.

-Supongo que algo podría encontrar- afirmó con algo más de confianza Conrad- pero ¿qué haremos con nuestros hermanos desaparecidos?-.

Nuevamente tardé unos momentos en tomar una decisión, mi cabezonería había costado la vida a muchos de mis guerreros, como buenos soldados de Cristo teníamos que socorrer al necesitado y más si eran nuestros propios hermanos de armas.

-Desandaré el camino- Olaf dijo aquellas palabras sacándome de mis cavilaciones.

-¿Cómo?- pregunte desconcertado.

-Quedamos pocos, tú mismo estás exhausto, y necesitáis a Conrad, estos bosques se parecen a los de mi tierra natal y mi hacha ha mostrado su valía contra esas criaturas, mis dotes de rastreador son menores que la de Conrad pero podré encontraros cuando regrese a este punto del sendero- Olaf recitó aquel discurso sin el más mínimo rastro de temor en su rostro.

-No me agrada arriesgarme a perder a mi mejor soldado- me apresuré a comentar- pero si queda alguno vivo, podríamos necesitarle, confío en ti hermano, da con ellos, pero no vallas más allá de la encrucijada-. Tras yo decir aquello, Olaf realizó un saludo marcial y se marchó desandando la senda.

Con una orden corta, Conrad se puso a buscar en la espesura un sitio seguro donde pasar las últimas horas de oscuridad. No tardó en dar con una hondonada que nos mantendría ocultos de ojos curiosos, dispusimos dos turnos de guardia, primero Conrad y Rickard, después Sven y yo. Una vez organizadas de ese modo las guardias y habiendo extendido las mantas para descansar me arrodille y recé. Era una rutina, todas las noches rezaba al dios único y verdadero, mi fe y mi fuerza, el alfa y el omega, pero en esta ocasión no fue simple rutina, recé con un fervor como no había sentido desde mis tiempos de novicio en el monasterio, antes de unirme a la orden. Recé para que nuestro valor y fuerza bastasen para acabar con la corrupción de aquellas tierras, recé para que las almas de mis hombres encontrasen el descanso que merecían, recé para que el dios padre, hijo y espíritu santo guiase mi espada y pudiese vengar la muerte de mis hermanos. Finalmente limpié las lágrimas que habían aflorado en mi rostro y me dispuse a descansar.

Mis sueños estuvieron plagados de criaturas horrendas, monstruos perro que mataban y devoraban a mis hermanos, lituanos salvajes con rostros retorcidos de maneras demoníacas despedazando a mis guerreros, incluso los arboles nos enfrentaban.

NUEVOS INQUILINOS "El Caballero Teutón" (Cuarta entrada)


Me desperté sobresaltado, desorientado, debido a mi entrenamiento me puse en pie con mi arma en ristre antes de ser siquiera capaz de recordar donde estaba. Un vistazo alrededor me hizo rememorar lo acaecido el día anterior, aún aturdido me percaté de que el sol comenzaba a despuntar. Vi a Rickard y Conrad a un lado de la hondonada, inclinados sobre algo, y en ese momento ese "algo" gimió de dolor. Me dirigí hacía ellos y lo que vi me provocó una profunda tristeza, allí yacía August, la imagen era horrible, le faltaba un brazo del cual apenas manaba un hilillo de sangre, gracias a un cinturón fuertemente apretado, estaba cubierto de otras heridas menores y su rostro mostraba un estado casi febril de terror.

-Hermano August- todas las miradas se giraron hacía mí, antes de que pudiese preguntarle por lo sucedido comenzó a balbucear.

-Los árboles señor... los árboles nos atacaron-. Se debió percatar de mi mirada incrédula pues intentó alzarse para darle mayor fuerza a su relato, pero fue incapaz- los árboles nos atacaron, tenían tentáculos, como si fuesen una impía mezcla de un árbol y un kraken, nos pillaron de improvisó, nos destrozaron señor, sólo yo sobreviví-. Después de terminar esas palabras miró al cielo- perdónanos Señor, protégenos de todo mal...- y continúo con más rezos y palabras a Dios.

-Lo encontré poco antes de la encrucijada- la voz de Olaf resonó a mi espalda, me giré y allí estaba tal y como le vi la noche anterior, al fin algo bueno.- Estaba maltrecho, se había sujetado él mismo el torniquete pero aún sangraba bastante, tuve que rehacerlo, ha perdido mucha sangre y parece enloquecido de terror, pero después de lo que vimos anoche... creo sus palabras-.

-Yo también- asentí- hemos de acabar con el mal que mora en este paraje-. Miré a August- cauterizadle la herida y dejadle lo más oculto que podáis-. Nadie rebatió las órdenes- hemos de terminar nuestra empresa cueste lo que cueste, después vendremos a recogerle, preparad vuestras cosas, partiremos cuando estéis todos listos-.

Era consciente de que Conrad y Rickard no habían tenido oportunidad de dormir, pero era necesario partir ya, no podíamos aguardar más, cada momento que pasaba nos arriesgábamos más a una nueva emboscada, con ese pensamiento en mente volví a hablar.

-Esta vez no seguiremos el camino, Conrad- dije.

-¿Sí, señor?-

-¿Recuerdas la posición aproximada de los fuegos que vimos anoche?-

-Sí, señor-

-Nos guiarás hasta aquel lugar, caminando entre los árboles, alejados del sendero- le ordené.

-Lo que mandé, señor-.

Apenas había alzado su lento camino por el cielo el astro solar y la escarcha aún coloreaba de tonos blanquecinos la hierba del bosque, cuando nos pusimos en marcha. El miedo nocturno había dejado paso a la determinación y furia de la venganza y el castigo divino, así lo sentía en lo más hondo de mi ser y la convicción que veía en los rostros de mis hermanos delataba que ellos sentían algo similar. Caminamos encorvados entre los árboles, como la bestia acechante, alejándonos del sendero. Paulatinamente, según nos acercábamos a la fuente de los fuegos de la noche anterior, los ruidos del bosque comenzaron a escasear y una quietud ultraterrena se apoderó del paisaje de un modo terrorífico. Durante un largo trecho oteé atento, pero ningún animal, ninguna criatura viva apareció, parecía que nada quería vivir en aquellas tierras, incluso la vegetación estaba cada vez más desmejorada. Seguimos avanzando entre los árboles, siempre adelante, a paso ligero, haciendo el menor ruido posible. Una alta loma en mitad del bosque se cruzó en nuestro camino, no fue ningún impedimento pero cuando la coronamos, no pude evitar un temblor.

-Esto no es natural- dijo Olaf a mi espalda.

Frente a nosotros había una hondonada tremendamente amplia, con un gran claro en medio, presidido en el centro por un pequeño dolmen cuya visión me provocó un escalofrío. Pero no era eso lo más extraño, cuanto más próxima estaba la tierra a ese lugar, más maltrechos se encontraban los árboles y las plantas. Tal era así, que el claro era tan sólo tierra gris rodeada de unos pocos troncos muertos. En torno a aquella tierra malsana se levantaban unas tiendas primitivas y restos de hogueras, sin duda el campamento lituano, aparentemente desierto.

-Esto sólo puede ser obra del maligno- sentencié- ha llegado el momento de castigar la herejía y vengar a nuestros hermanos-.

Continuamos nuestro avance por aquellas tierras malditas. Todo el vello de mi cuerpo se erizaba según nos aproximábamos a nuestro destino, pero había otra sensación, la excitación de la proximidad del combate, pronto podría ver el rostro del artífice de aquella corrupción y mandarle de vuelta con el Demonio.

Nada nos impidió el paso y el sol había alcanzado su cenit cuando dejamos atrás los últimos arboles vivos. Caminamos en el paraje desolado levantando pequeñas nubes de arena gris con nuestro avancé y finalmente alcanzamos el campamento. Lo que se intuía en la distancia era cierto, allí no había ni un alma, debían haberse marchado en nuestra busca. Algo llamaba mi atención poderosamente mientras revisábamos las tiendas, el dolmen, me inquietaba y atraía a partes iguales. Al fin dejé de resistirme y me aproximé, con cada paso la sensación crecía, mis hombre me siguieron. Al llegar vi algo que o esperaba, la tierra entre las rocas estaba removida y había una abertura lo bastante grande como para descender por ella.

-Sabía que antes de acabar el día descenderíamos a los infiernos- dijo Sven con una sonrisa en los labios.

-Me temo hermano que eso que dices puede ser verdad- respondí- coged las maderas más próximas que encontréis y envolvedlas en trozos de tela, usad las tiendas, necesitaremos antorchas de nuevo-.

Mis órdenes fueron cumplidas con celeridad y empezamos nuestro descenso. Fui el primero en entrar, el agujero descendía lentamente en cuesta hacía el interior de la tierra. Al poco de entrar un extraño olor a podredumbre y corrupción me asaltó, dejándome sin aliento, costaba respirar en aquel ambiente tan sumamente viciado, detrás de mí oí varias toses.

-Es repugnante- Rickard apenas pudo pronunciar estas palabras.

La rampa seguía descendiendo, siempre hacía abajo, casi sin darme cuenta el suelo de tierra había desaparecido y avanzábamos por una rampa compuesta de losas de piedra negra. En la lejanía comencé a ver un punto de luz y el horrible olor fue dando paso a un aroma dulzón, parecido al incienso traído del sur. Cuando nos aproximamos a aquel fulgor y vi que era una abertura, preparé mi espada y mi martillo, mis hombres me imitaron y finalmente llegamos a la base de aquel interminable corredor.

NUEVOS INQUILINOS "El Caballero Teutón" (Quinta entrada)


Lo que vimos ante nosotros nos dejó sin aliento. El túnel desembocaba en una enorme bóveda de dimensiones ciclópeas, las paredes estaban talladas con mil ojos de distintos tamaños y formas. En mitad de aquella titánica sala se abría un pozo que ocupaba casi todo el lugar, frente a éste había una hoguera y ante ésta, una figura, una doncella de larga melena azabache, con una túnica ligera, un cuerpo de formas suaves, hermosas y proporcionadas, un cuerpo tentador, el cuerpo del Diablo sin duda. Detrás de ella había dos figuras arrodilladas que apenas podía distinguir. La mujer llevaba un tocado con un ojo dorado y en su diestra portaba un largo bastón de madera oscura coronado por un pomo de metal. Se giró hacía nosotros, su rostro era hermoso y joven, pero sus ojos eran grises y profundos, los de una anciana. Se rió con una carcajada hermosa, hipnótica. Empezó a mover sus labios pero nada se oyó, un leve movimiento hizo que volviese mi mirada para ver como Rickard asentía en silencio, una sonrisa de calma afloró en su rostro.

-Lo que mandes, amada mía- dijo.

Sin casi darme tiempo a reaccionar se abalanzó sobre mí blandiendo su martillo, su golpe me alcanzó en el yelmo con una fuerza tremenda, derrumbándome. Saltó hacía mí, poniendo un pie a cada lado de mi pecho y alzó su arma con ambas manos, dispuesto a acabar con mi vida sin duda cuando el enorme cuerpo de Olaf chocó contra él, arrojándole contra el suelo de manera brutal. Me levanté, débil, me quite el yelmo abollado y lo dejé caer al suelo, noté como un hilillo de sangre manaba de mi sien izquierda, no lograba centrarme, oía ruido de lucha pero parecía lejana. Al fin la refriega se detuvo y fui poco a poco capaz de focalizar, miré a mis hermanos, sólo para ser testigo de una visión dolorosamente terrible, a los pies de Olaf yacía el cuerpo decapitado de Rickard. La bruja rió nuevamente.

-Los teutones sois divertidos- su voz era hermosa- lucháis con fervor por vuestro dios ficticio, pero yo sé la verdad, yo he mirado a los ojos de los dioses verdaderos-. Pronunció unas palabras que no pude distinguir en la distancia y las dos figuras que había tras ella se alzaron.

Eran los lituanos más inmensos que había visto en mi larga vida, sacaban una cabeza a Olaf y sus espaldas eran anchas como las de un oso, únicamente vestían unos pantalones de pieles, sus cuerpos estaba completamente tatuados con pinturas y cicatrices y su boca estaba sellada, cosida. Ambos comenzaron a correr hacía nosotros a la vez, con largas zancadas, afiancé los pies al suelo, recuperado ya del golpe de Rickard cuando uno de aquellos monstruos saltó sobre mí, adelanté la punta de mi espada con una estocada fuerte y certera, años de entrenamiento me permitieron alcanzar el corazón del primer golpe y la hoja se hundió hasta la mitad del largo filo. Mientras mi rival caía de rodillas volví mi mirada hacía el otro gigante que había saltado sobre Sven, haciéndole caer al suelo y con sus inmensos puños había empezado a golpear la cabeza de mi soldado. Cuando me disponía a sacar mi espada para ir en ayuda de mi hermano algo lo impidió, me giré y para mi horror vi la enorme manaza del salvaje sujetando mi brazo, la otra mano se lanzó contra mi cuello a la velocidad de un relámpago sin que yo pudiese hacer nada y comenzó a apretar. Enseguida noté la falta de aire, sujeté con fuerza el martillo y golpeé su codo que se quebró con un ruido seco, liberando mi garganta, alcé de nuevo el martillo, cuando el lituano repentinamente estiró su brazo izquierdo, alejándome de él y sacando mi espada, aun sujeta por mi diestra, de su pecho. Con un rápido movimiento describió un círculo sobre sí mismo sin soltarme, la inercia me hizo tropezar y en ese momento abrió su mano haciéndome caer de manera aparatosa de cara al suelo. Antes de que mi cuerpo respondiese, noté un tremendo peso en mi espalda, una mano enorme me sujeto de la cabeza y empezó a golpearla contra el suelo. Intente levantarme o apartar a aquel bárbaro de encima pero pesaba más que un caballo y poseía una fuerza inhumana, todo empezó a volverse borroso. Noté que la bruja había comenzado a entonar un cántico, parecido a lo que gritaban los lituanos que nos emboscaron. Percibí como mi consciencia empezaba a abandonar mi cuerpo y la enorme mole que me aprisionaba se levantó, pero aun así era incapaz de controlar mi cuerpo y oí aquel cántico como si todo lo demás careciese de importancia.

<<...iä iä shub-niggurath la cabra negra del millar de retoños tikliak nhahali phungial, dame poder, oh madre, a mí, tu hija amante, para despertar al ojo que mora en la oscuridad iä iä y destruir a los creyentes del falso dios, iä iä madre, amante y soberana...>>

Un horror indescriptible empezó a adueñarse de mi cuerpo, algo dentro de mí sabía que si la permitía continuar, algo terrible sucedería, tanteé con mi mano hasta alcanzar la empuñadura de mi espada la sujeté con fuerza y me levanté a duras penas. Uno de aquellos gigantes estaba estrangulando a Olaf, Conrad yacía en el suelo, intentaba incorporarse pero parecía incapaz de hacerlo, el cuerpo de Sven estaba sobre las negras losas de piedra que cubrían toda la sala, con la cabeza convertida en un amasijo sanguinolento de hueso, sangre y carne. El otro gigante estaba inerte en el suelo con la cabeza cercenada. Sujeté mi espada con ambas manos, me aproximé y lancé un tajo al cuello de aquel monstruo con las pocas fuerzas que me quedaban separándole la cabeza del resto del cuerpo, la figura decapitada se giró hacia mí dándome un manotazo que me hizo volver al suelo, pero, para mi alivio, inmediatamente después trastabilló y se derrumbó inmóvil. Olaf tosió sonoramente y se levantó, se aproximó y me ayudó a incorporarme, después hizo lo mismo con Conrad. La impía sacerdotisa parecía ignorarnos.

Sin mediar palabra nos aproximamos con nuestras armas prestas, y cargamos contra ella. Conrad fue el primero en atacar pero la bruja nos estaba esperando, se giró sobre sí misma y, trazando un amplio arco, golpeó con el pomo del cayado en el yelmo de Conrad que dio con su cuerpo en el suelo de nuevo. Olaf y yo atacamos a la mujer a la par, pensé que la abatiríamos sin problemas pero aquella sacerdotisa de Satán era rápida y fuerte, detenía nuestros golpes con la madera de su bastón con una velocidad y precisión incomprensibles, sus movimientos asemejaban algún tipo de frenética danza, resultaba narcótico, sus sinuosos movimientos nos desconcentraban volviéndonos lentos, torpes… Verla en movimiento había comenzado a abstraerme, cuando la base del bastón me golpeó en el estómago haciéndome caer de espaldas y rompiendo el encantamiento. Consciente nuevamente oí con claridad un fuerte alarido, miré en dirección a Conrad y vi horrorizado como su yelmo, al rojo, se derretía sobre su rostro desollándole la piel y la carne del cráneo, sus ojos explotaron ante mí, era una visión digna del más diabólico de los avernos, su alarido cesó. Me levanté furioso y cargué contra la diabólica mujer de nuevo, cuando está intentaba acorralar a Olaf contra el pozo. Sus movimientos seguían aturdiéndome pero en menor medida que antes, el recuerdo del rostro destrozado de Conrad lo impedía, entre Olaf y yo comenzamos a ponerla a la defensiva, pequeños cortes comenzaron a aparecer en su piel, la batalla parecía ganada cuando Olaf lanzó un grito, entretenido en la lucha solo llegue a ver como caía al pozo, arrastrado por algo. La desaparición de Olaf me sorprendió, la bruja aprovechó el hueco que dejé, atacó intentando golpearme en el pecho con el pomo del callado pero logré interponer mi martillo. Inmediatamente la madera del martillo comenzó a ennegrecerse y la cabeza a derretirse, lo deje caer, en ese momento un fuerte golpe del bastón en la pierna me hincó de rodillas. La bruja alzó su arma apuntando el pomo hacia mi rostro con una amplia sonrisa de satisfacción. El pomo bajó, pero me anticipé, mi espada golpeó el pomo desviándolo, haciéndole chocar contra las losas de piedra azabache y de un rápido movimiento di un tajo con la hoja al rojo de abajo a arriba, abriendo las entrañas de la sacerdotisa pagana. Su rostro se puso lívido y cayó de rodillas poniéndose a mi altura, de su interior no surgieron tripas sino extraños órganos oscuros, su piel dejo de ser tan hermosa y se volvió negra y corrupta, enfermiza.

Me levanté, decapité a la hereje y dejé caer mi espada mientras se derretía. Con movimientos lentos, casi automáticos, me encamine hacía Conrad e ignorando el horror desfigurado que antes había sido su cara cogí su espada, recorrí los pocos metros que me separaban del pozo preparado para afrontar la última parte de nuestra misión y observe hacía su interior. Oscuridad, una oscuridad más densa y profunda que el mismo tiempo, una oscuridad que bullía y se movía. Empecé a entonar una plegaría a Dios cuando en mitad de aquella negrura se abrió un ojo, un oscuro ojo de verde iris que abarcaba prácticamente la totalidad de la fosa, apenas se entornó, pero fue suficiente para ser consciente de su magnitud, era inmenso.

-Cristo dame fuerza-

Tras decir aquello levanté la espada de Conrad, dispuesto a arrojarme contra aquella monstruosidad, cuando un dolor atroz recorrió todo mi cuerpo. Bajé la mirada y vi como un tentáculo más negro que la noche me había atravesado el estómago, lo golpeé con la espada pero no sirvió de nada, acto seguido un segundo tentáculo me atravesó al lado del anterior. Notaba como las fuerzas me abandonaban.

-Cristo dame fuerza- repetí mientras escupía sangre.

Volví a alzar mi espada cuando ambos tentáculos de estiraron en direcciones contrarias, no hubo dolor, solo un crujido y un desgarro, caí hacia el pozo viendo cómo, unos metros por encima de mí, caía la mitad inferior de mi cuerpo... y en ese momento morí.


-----------------------------------------

La sala se quedó en silencio. El sacerdote saco las manos de sus mangas y dejó caer una estatuilla de cerámica que sujetaba, al caer se hizo añicos y Elrick desapareció del mismo modo que un montón de arena desaparece esparcida por el viento.

-¿Nos ha dicho la verdad?- preguntó la potente voz de Ludolf.

-Así es, el conjuro así lo decretaba, nos ha dicho lo que sucedió tal y como él lo recuerda- respondió el monje con su voz rasposa.

-¿Crees que Cyaegha habrá despertado?-. Mientras hacía esa pregunta Ludolf se levantó y comenzó a caminar hacia la puerta acompañado del monje.

-Lo dudo, de haber despertado a estas alturas tendríamos alguna noticia de ello, no obstante deberíamos enviar a algunos hombres a que terminen de limpiar esos bosques, sin la guía de la sacerdotisa no deberían ser un peligro, pero no hay que dejar nada al azar-.

-Responde a una cosa viejo amigo- Köning se encaró al monje y continuó- si ambos son hermanos ¿por qué nuestro Señor y la Cabra Negra del Millar de Retoños se enfrentan?, ¿por qué no aúnan fuerzas?, es un desperdicio de aliados-.

-¿Aliados?- el monje soltó una risotada insana- para los dioses no somos más que meros juguetes, simplemente recuerda viejo amigo, que uno de tus cometidos en estas tierras es que el ojo que mora en la oscuridad no despierte hasta que nuestro señor así lo requiera, no conviene desobedecer al Caos Reptante del Millar de Máscaras-.

-Sigo sin comprenderlo del todo, ¿para él esta guerra sólo es un juego, o realmente le importa lo que aquí se decida?- el Gran Maestre parecía dolido.

-Quién sabe, los caminos de Nyarlathotep son inescrutables- sentenció el sacerdote.