IGORs

jueves, 14 de enero de 2010

NUEVOS INQUILINOS "Gemelos: primer acto" (Octava entrada)


Juan y Gilberto estaban en el salón de la casa, entrando en calor gracias a una perola de caldo recién preparado que había traído su anfitriona.

-Los niños necesitarán entrar un poco en calor también, con su permiso les llevaré un par de tazones y algo de pan.

-Juan, acompáñala y asegúrate de que están bien atados cuando terminen de comer- dijo Gilberto dando un largo sorbo.

-No creo que nadie te haya nombrado jefe en su ausencia.

-No, pero alguien tiene que encargarse de eso y Nuño está ocupado, además, a mí no se me da bien eso de atar nudos- dijo mostrando su muñón izquierdo.

Cuando llegaron a la habitación se sorprendieron bastante al encontrar al niño empapado en sudor y discutiendo con su ausente tío, cuando Adela se acercó pudo comprobar que estaba ardiendo, la niña miraba a su hermano bastante asustada.

-¿Lleva mucho tiempo así?- preguntó Adela.

-Ha estado muy caliente toda la noche, pero desde que se despertó hace unos minutos está hablando solo, ni siquiera me ve- contestó la niña muy preocupada.

-¿Le pasa algo?- preguntó el bandido preocupado ante más contratiempos.

-No, le pondré un paño de agua fría y pronto estará recuperado- mintió la mujer.

Desataron a los niños y mientras Amelia sorbía la sopa, Adela se la dio a Sancho. Una vez terminaron, la mujer le puso un paño de agua fría en la frente al niño y Gilberto los volvió a atar. Antes de irse y sin que el bandido la viera, Adela desatrancó la ventana, los niños no durarían mucho, así que tenía que darse prisa.

Volvieron frente a la fría chimenea y Adela se marchó a prepararles más caldo, volteó la casa y entró en silencio por la ventana. Antes de que la niña se asustara le tapó la boca y le habló al oído.

-Tenéis que venir conmigo, no tendréis un momento mejor para escapar.

-Tú no vienes por nosotros- se atrevió a decir la niña que se fiaba cada vez menos de los campesinos -tú vienes a por el cofre.

-Ya tendré tiempo más tarde de recogerlo, aunque no te lo creas la salud de tu hermano me preocupa bastante, así que si no quieres que muera en esta habitación, envuélvete en la manta y sígueme sin hacer ruido, yo llevaré a tu hermano.

Amelia no tenía otra opción, así que siguió a la mujer al otro lado de la ventana. El ruido de los truenos y las reparaciones del tejado amortiguaron los pequeños ruidos que hicieron al salir, una vez fuera bordearon los edificios en dirección a la iglesia. El único que pudo haberlos visto fue Nuño desde el tejado, pero Diego lo tenía bastante ocupado y sus amoratados ojos apenas le permitían ver lo que tenía delante.

Una vez entraron al resguardo de la iglesia Amelia se paró delante de Adela.

-¿No se suponía que íbamos a llevar a mi hermano al curandero?

-No podemos salir con todos esos bandidos por ahí, tendremos que esperar a la noche, cuando estén dormidos.

-¿Cómo hicisteis con el hombre que ha desaparecido?- la pregunta sorprendió bastante a Adela, pero estaban a punto de dejar de ser un problema, así que no se preocupó.

-Todo lo que tenéis que hacer es esconderos y no salir hasta que yo vuelva, sígueme- se recolocó al tembloroso niño y bordeó a Amelia camino del altar. -Ahora si me haces el favor de quitar la tela y abrir la trampilla, os enseñaré vuestro refugio.

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