IGORs

jueves, 14 de enero de 2010

NUEVOS INQUILINOS "Gemelos: primer acto" (Séptima entrada)


Al cabo de unos minutos, llegaron los dos solos, Nuño volvía con el otro ojo amoratado, Elvira se apresuró hacia la despensa algo preocupada.

-¿Qué ha sucedido?

-Lo que nos imaginábamos- contestó el líder bastante contrariado.

-¿Y ese ojo?

-Tiene suerte de que no le raje las tripas- respondió girando y desenvainando la espada.

Nuño cayó de espaldas y retrocedió hasta chocar con la pared bastante asustado, mientras Elvira sujetaba el brazo de la espada.

-¡Suelta mujer!- exclamó zafándose y envainando el arma. –He dicho que tiene suerte, ahora no puedo permitirme perder más hombres. Entre los que perdimos en el castillo y Omar, quedamos muy pocos para preparar el cobro de los niños. Si no habría vuelto solo- dijo dedicándole una mirada de las que hielan la sangre.

-¿Y con los campesinos qué hacemos?

-Mándalos a sus casas, tenemos cosas que hacer- contestó girándose y señalando a Diego –coge lo que necesites y arregla este destrozo- dijo señalando las ascuas cubiertas de nieve.

-Necesitaré a alguien que me ayude a reparar el tejado de la chimenea- respondió éste mirando los restos de piedra.

-Llévate al inútil de Nuño, a ver si es capaz de hacer algo bien.

Diego fue a la despensa a recoger al maltrecho Nuño y salieron por la puerta de la despensa camino del establo a recoger el material que necesitaban, por su parte el resto de campesinos volvieron a sus casas llevándose a Adela con ellos.

Una vez salieron todos, Marcus escupió al suelo y se acercó al líder.

-No entiendo por qué no hemos empezado a interrogarles a todos, a este paso no encontraremos a Omar.

-Sé que tienes ganas de jugar con tus herramientas, pero no les sacarías nada, ese mulo sin cerebro ha resultado ser más listo de lo que esperaba.

-¿Omar listo?- preguntó burlonamente Gilberto y todos menos el jefe y Elvira se echaron a reír descargando un poco la tensión del suceso.

-¡¿Tanta gracia os hace que ese mostrenco cogiera la mitad del botín, su caballo y huyera en mitad de la noche?!- rugió Teodosio.

-¿Qué Omar ha hecho qué?- preguntó Juan frotándose su único ojo completamente perplejo.

-Lo que has oído- contestó Elvira -ese bastardo ha cogido un cofre y se ha marchado con su caballo en mitad de la noche.

-Eso es imposible- Gilberto no salía de su asombro -su zamarra está en la habitación.

-Tampoco se iría antes de cubrirse de oro, ese conde nos hará de oro- Juan había hecho bastante amistad con el oriental y se resistía a creer que los había traicionado de esa manera.

-No hace falta recordar que el único equipaje de ese malnacido era un saco lleno de comida, con lo que se ha llevado no pasará nada de hambre el resto de su vida-. A Teodosio le hervía la sangre cada vez que se acordaba del cofre perdido- además, todos sabéis que puso muchas trabas al plan del secuestro.

-¿Y cómo pudo hacer eso sin que el novato se diera cuenta?- preguntó Juan que seguía sin estar muy convencido.

-Esa rata de alcantarilla seguro que se quedó dormida. Pero ya basta de hablar, ahora mismo Omar y nuestro cofre se alejan de nosotros. Marcus y Elvira vendrán conmigo, a ver si conseguimos encontrar algún rastro de ese gusano. El resto os quedareis aquí custodiando el otro cofre y a los niños.

-Pero será difícil encontrar algún rastro ahí fuera- argumentó Marcus -no tiene sentido perdernos por los bosques, nos lleva por lo menos media mañana de adelanto, ya estará camino de cualquier ciudad.

-En esta zona hemos asaltado varias aldeas y el castillo del conde, no creo que cabalgue por los caminos principales o se adentre en pueblos y castillos cercanos. Si encontramos un rastro en los alrededores, sólo habrá que seguirlo, su caballo va cargado con un cofre muy pesado, no aguantará mucho sin dejarle descansar.

-Deberíamos centrarnos en el conde- insistió el viejo soldado –si todo sale bien, ese cofre no será ni la parte que le correspondía.

-Si en unas horas no encontramos ningún rastro, volveremos, pero no pienso dejar escapar vivo a ese perro si tengo la ocasión.

Dicho esto, los tres bandidos salieron de la casa, cogieron sus caballos y partieron hacia el bosque en busca de Omar. Al poco rato de la partida llegaron el novato y el silencioso Diego, el primero llevaba una caja con diversas herramientas y varios tablones, el campesino acarreaba una gran escalera de madera que apoyó sobre el tejado nada más llegar. Resopló varias veces antes de subir por ella, Nuño trepó tras él haciendo equilibrios para que no se le cayera nada.

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