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lunes, 3 de septiembre de 2012

Al final del camino (Tercera entrada)


            El grupo de cuatro gnomos recogieron a Harlok y Gahur, con una sensación de miedo e incredulidad, por un momento todos pensaron en su compañero, perdido en las entrañas del monstruo, ninguno tuvo las fuerzas de volver a por él, solo imaginar lo que debía de estar viendo y sintiendo, era para volverse loco. Uno tras otro comenzaron el regreso en completo silencio, como tratando de resolver un puzzle sin piezas, sin lógica, sin mucho en lo que pensar, pero sin poder dejar de hacerlo.

Al llegar a las afueras, la realidad de las muertes les alcanzó, los alaridos de los que les esperaban hicieron que se derrumbaran. Tras los augurios del soñador, todos sabían que en el fondo lo más probable era que ninguno sobreviviera, todos morirían, pero hasta eso parecía negárseles.

            Kar Hadan se dejó envolver por la pena durante unos segundos,  los pocos que faltaban asomaban en la distancia contemplando la dantesca situación, respiró hondo y comenzó a caminar, primero solo adelante, para ponerse en marcha, luego corrigió el rumbo para dirigirse a la cabaña del patriarca del clan.

Urso Hadan escuchó los hechos y palideció, se recompuso como pudo y ordenó al cazador que se presentara ante el soñador, para informarle de lo sucedido. Le pidió que no se demorase, el clan debía marcharse, los preparativos estaban hechos y tan solo faltaba la orden.

            Kar Hadan se encaminó hacia el final del poblado, tras varias hileras de altos jukos, de madera negra como el tizón y hojas rojizas, el terreno se elevaba camino de las cumbres y se abría una gran grieta ante él. El cazador se adentró hacia el corazón de la tierra, donde mora la casta de los soñadores.

La grieta se convertía a los pocos metros en una gruta excavada, según dicen por la propia naturaleza, de muros lisos y forma irregular, como si el fluir de un río subterráneo la hubiera formado. La gran cantidad de setas luminiscentes de las paredes proporcionaban una luz tenue que ayudaba a apreciar la dirección que tomaba el túnel. Tras varios giros en continuo descenso, llegó a la morada del soñador y sus ancestros, una gran sala esférica con decenas de nichos en las paredes, última morada de los soñadores.
 
El cazador descendió lentamente y se reunió con el soñador en el centro de la estancia. Elegido antes de su nacimiento por su antecesor en el ocaso de sus días, llegado al mundo sin nombre ni poder de decisión, para tomar su lugar. Su conciencia y sabiduría, al igual que la de todos sus predecesores, fundidos en uno en el momento de su alumbramiento en el suelo de esta misma sala hace menos de diez años. De piel azabache y pupilas color miel, de melena cobriza y con la mirada de un anciano.
Nada más llegar le tomó de las manos sin dejarle hablar, un tacto áspero y rugoso, coma la corteza de los jukos, pero frío como las piedras de las paredes que los rodeaban.

-He visto a los árboles creciendo tras quebrarse con los años, sin poder dejar de crecer, aun con las raíces y los troncos podridos. He visto a los creadores de desiertos devorando un mundo que se niega  a morir, un mundo sin vida, repleto de seres muertos que se arrastran sin ningún destino por toda la eternidad, armazones de lo que fueron esperando algo que no llegará. El orden natural ha sido cercenado y los sabuesos han salido en busca de su presa, pero su rastro está por todo el mundo. Algo ha corrompido los cimientos de la existencia misma e impide que lo vivo descanse en paz- Kar Hadan retrocedió unos pasos abrumado por la visión de un mundo de pesadilla tan real como el suceso en el bosque.

-Entonces…- el soñador percibió su zozobra, avanzó hasta él y apoyó las manos sobre su pecho para devolverle a la realidad.

-Hace tres días dejé de sentir el corazón del bosque poco antes de tener la visión del claro, es un lugar muy antiguo, el origen de la vida en esta región, una de las grandes fuentes de poder de la madre naturaleza. Temo que haya sido corrompida, temo que lo que haya ocurrido allí acabe con el mundo, necesito que vayas y salves el mundo.

-¿Yo?

-Nos queda poco tiempo, yo no puedo adentrarme en esa tierra marchita sin correr su misma suerte, mi vida está ligada a la tierra y esa tierra está muerta.

-¿Pero Urso Hadan…

-Él es el patriarca, debe proteger al clan y guiarlo a un nuevo hogar. Recluta a tantos guerreros como necesites, pero ten en cuenta que si consigues restablecer el orden natural, todo lo que haya muerto descansará en paz.

-Entonces iré solo.

-Es tu decisión. Viaja al norte, adéntrate en el bosque hasta que los jukos apenas te dejen pasar, entonces habrás llegado a la linde del corazón del bosque, no soy capaz de sentir nada más allá, que los dioses te protejan.

El jefe de cazadores volvió al poblado y se despidió de sus compañeros, el patriarca dio la orden, el clan partió rumbo al sur y Kar Hadan comenzó su solitaria marcha al norte.

sábado, 18 de agosto de 2012

Al final del camino (Segunda entrada)

El devorador comenzó a escrutar las copas de las que le había caído su último manjar, Kar Hadan, adelantándose a la posibilidad de que trepara en su busca, dio vía libre a dos de sus camaradas para que acabaran con él.

Gahur sacó el enorme hacha que llevaba a su espalda, el arma en cuestión tenía la peculiaridad de que el filo bordeaba completamente la parte superior, saltó sobre la base del cuello del monstruo hundiendo un par de palmos. Siguiéndole de cerca había saltado Harlok, portando una gran maza sujeta con ambas manos. Aprovechando el impulso de la caída, golpeó violentamente el mango del arma de su compañero, hundiendo el filo y haciéndolo emerger por el otro lado de lo que sería el cuello de la bestia, separando la cabeza del cuerpo. Tras la violenta arremetida, tanto la cabeza como Harlok rodaron varios metros por el suelo.

El monstruo debió morir en el primer ataque, tal como predijo el soñador, algo no iba bien. El resto de la partida bajó al suelo para ayudar a sus compañeros y volver al poblado, cuando un berrido puso a todos en tensión.

Los pocos restos del ciervo se agitaban sobre el suelo como intentando huir, Kar Hadan se dirigió hacia los decapitadores para gritarles que se apartaran, cuando una de las patas puntiagudas del devorador afloró entre las tripas de Gahur, haciéndole soltar el arma. Él la miro completamente perplejo, luego miró a su líder como pidiéndole una explicación que nadie podía darle. Al momento, varios apéndices más ensartaron el abdomen del cazador y en un movimiento brusco se separaron, dejando caer el cuerpo desmembrado en dos a los pies del atónito líder.

Harlok, que se hallaba junto a la cabeza, se volvió al oír los gritos horrorizados de sus compañeros, al ver lo sucedido tuvo que inclinarse para no vomitarse encima. De repente, algo viscoso se enrolló en su pierna derecha, aferrándose dolorosamente a él. Apenas pudo girar la cabeza antes de que la lengua del monstruo lo tirara al suelo y lo arrastrara al interior de las fauces, cerrándolas sobre el muslo y seccionando la pierna entera. Retrocedió como pudo arrastrándose por el suelo sin poder apartar su aterrorizada mirada del escueto muñón ensangrentado, mientras dejaba un copioso reguero de sangre a su paso.

Antes de que el líder pudiera ordenar sus ideas y organizar un plan de acción, los pocos gnomos que quedaban saltaron enfurecidos sobre el tronco animado del monstruo, seccionando las patas a golpe de espada, una tras otra fueron cayendo al suelo junto a un chorro de un fluido denso y verde. Aun cuando terminaron de deshojar el cuerpo, este seguía convulsionándose, y la cabeza continuaba buscando con la lengua alguna presa a su alrededor.

Cuando todo parecía calmarse, el horror se hizo palpable, no solo el Creador de desiertos se resistía a morir o el ciervo, sino que tanto Harlok, que se había desangrado y yacía pálido en el suelo, como Gahur, separado en dos, pedían ayuda a su líder, era como si nada pudiera morir.

martes, 29 de mayo de 2012

Al final del camino (Primera entrada)

La espesa neblina del fondo del valle comenzaba a levantarse tras las primeras luces del alba, hacía ya bastante que el rumor del río cercano era el único sonido que llegaba a sus oídos. Desde lo alto de los árboles, Kar Hadan y sus hermanos aguardan a que el causante de que hasta los vientos hayan abandonado este paraje haga acto de presencia.
Desde el día en que los gnomos del clan Gahar-nolt se asentaron en estos bosques, la casta de los soñadores, generación tras generación, los ha mantenido a salvo de toda invasión o desastre, sus almas están tan vinculadas a estas tierras que son capaces de sentir lo que va a pasar, permitiéndoles estar preparados.

Hoy el clan entero espera que un soñador pueda equivocarse, esperan que el mito sea tan solo eso, un mito. Dicen las leyendas que cuando la naturaleza es corrompida, cuando algo amenaza con romper el equilibrio natural de la vida, ellos aparecen. El soñador sólo vio uno, pero los creadores de desiertos no viajan solos, se dice que son una horda inacabable imposible de frenar. Si los viejos cuentos de cuna son ciertos, grandes naciones perecieron, quedando tan solo yermas extensiones de arena a su paso.

Todo ocurre en segundos, apenas comienzan a escuchar el trote desbocado cuando el majestuoso ciervo irrumpe desde el norte frenando bruscamente en el centro, el miedo recorre sus venas, sus músculos tensos tiemblan a cada leve brisa que sacude las ramas.

Dos, tres respiraciones y un monstruo de pesadillas irrumpe como una riada, la velocidad a la que se desplaza hace que apenas se distingan las innumerables patas picudas que flanquean su alargado cuerpo, que desaparece en el interior de un agujero recién abierto a pocos metros de su víctima. La inmensa mandíbula del devorador destroza al astado por la mitad, colgando los chorreantes restos a ambos lados de las fauces.

Dos, tres respiraciones y engullirá los restos en un rápido movimiento de los apéndices que flanquean su mandíbula, las fauces comienzan a abrirse y da la señal. El primer tronco es liberado y cae a plomo sobre el lugar exacto de donde emergió la aberración, todas sus patas se  tensan cuando es partida por la mitad y el chillido de dolor se escucha a varias lomas de distancia.

Dos, tres respiraciones y da la segunda señal, dos enormes troncos vuelan desde los laterales, aplastando el cráneo del monstruo y acabando así con el primero de la legión.

Ahora que sus mayores temores habían quedado a la luz, sólo podían volver y esperar que les diera tiempo a abandonar su hogar, abandonar estas tierras exuberantes abocadas a desaparecer.

Antes de que Kar Hadan diera la orden de descender, Jaar Hadan, mano derecha de la casta de cazadores y el mayor ególatra del mundo, se escurrió hasta el suelo en busca de su trofeo.

Nada más acercarse a la cabeza del ser se dio cuenta, sus ojos le miraban fijamente, siguiendo cada uno de sus pasos. Antes de que pudiera salir de allí, el coloso contorsionó el resto de su cuerpo y se liberó violentamente del yugo, lanzándose sobre él con las sanguinolentas y desmembradas mandíbulas abiertas, engullendo al horrorizado gnomo y sus gritos, que siguieron oyéndose mientras lo trituraba entre sus afilados dientes, acallándose tan solo al perderse más allá de la garganta.