IGORs

jueves, 28 de enero de 2010

NUEVOS INQUILINOS "El Caballero Teutón" (Tercera entrada)


En ese momento, un rugido rompió el silencio de la noche. Fuese lo que fuese no solo venía por detrás, también por los flancos, de un modo similar a la primera emboscada, pero era imposible, esta vez íbamos alerta y en el silencio de la noche, no podían ser tan sigilosos. Oí a Olaf emitir un rugido de batalla a la par que un gruñido llamaba mi atención desde el frente. Al ver aquello mi fe se fortaleció, era la prueba de que el maligno existía. Corriendo encorvada una figura de piel oscura y malsana avanzó hacía mí, su rostro mostraba rasgos perrunos, sus manos terminaban en garras afiladas, su piel carente de pelo y correosa desprendía un olor asquerosamente amargo. Por un instante, el miedo me petrificó, pero cuando saltó sobre mí, nombré al hijo de Dios y golpeé con mi martillo la cabeza de la impía criatura. Cayó a un lado, rodando, su cráneo se había doblado hacia dentro al recibir el impacto, pero ante mi horrorizada mirada la oquedad recuperó su forma original y la criatura se alzó lanzando un rugido de furia. A mis espaldas oía a mis hermanos luchar contra aquellos seres, entre gritos de terror e ira. No me distraje, centré mi atención en mi enemigo. Volvió a cargar contra mí, otra vez mis años de entrenamiento y mi cuerpo templado en mil batallas hicieron que me adelantase, y volví a hendir su cráneo con mi martillo de combate, pero una vez más, aquel horroroso rostro recupero su forma original y la criatura apenas parecía aturdida. Detrás de mí oí un alarido acuoso de uno de mis hombres. La bestia pareció captar mi distracción y se abalanzó con furia renovada, sus zarpas me alcanzaron en el antebrazo izquierdo y en el pecho, haciéndome retroceder y soltar el martillo. En respuesta, ignorando el dolor, lancé un golpe de mi espada que hirió con sorprendente facilidad la cabeza del perruno ser, partiéndola por la mitad, la criatura trastabilló aparatosamente y se derrumbó en el suelo.

-¡LAS ESPADAS!- grité al instante- ¡USAD LAS ESPADAS!-.

Ante mi grito una nueva criatura me atacó apareciendo desde la espesura, la recibí blandiendo mi espada con las dos manos, trazando un amplio arco que provocó que cayese al suelo partida a la altura del estómago. Otras dos criaturas emergieron, una se abalanzó sobre mi cuando aún me recuperaba de mi anterior ataque, derribándome en el suelo, la segunda saltó sobre mi cuerpo caído, sus garras y dientes se clavaron en mi cuerpo. Pensé que mi fin había llegado cuando dos de mis hermanos apartaron a aquellos seres a espadazo. Me levanté exhausto, los pulmones me ardían y todo el torso me dolía de una manera horrible. Ignorando las penalidades sujeté de nuevo mi espada, pero la mayoría de las criaturas estaban ya muertas y el resto se retiraban. Me di la vuelta para observar al batallón, la escena era descorazonadora, cuatro de mis hermanos yacían muertos, uno de ellos tenía la garganta arrancada de un mordisco, el resto estaban cubiertos de diversas heridas, otro de mis guerreros había desaparecido y el resto de mis hombres estaba heridos y agotados sin excepción. A nuestro alrededor yacían una docena de cadáveres contrahechos y diabólicos, cuatro de ellos a los pies de Olaf. En los pocos instantes que nos tomamos para recuperar el aliento sucedió algo horrendo. Las criaturas comenzaron a exudar un oscuro líquido y después su propia carne empezó a burbujear y a deshacerse con un asqueroso olor a podrido y a corrupción. Sin poder contenerse más, uno de mis guerreros se quitó el casco y devolvió, poco tiempo después aquellos seres no eran más que oscuros y malolientes charcos en el follaje del bosque. Finalmente uno de mis hombres rompió el silencio reinante.

-¿Qué demonios era eso?- dijo en voz baja, casi inaudible, como si temiese llamar la atención de aquellas criaturas de nuevo.

-No lo sé- dijo Olaf con su potente torrente de voz, provocando que los demás mirasen temerosos a la vegetación que nos rodeaba,- pero por dios que estos bichos eran fuertes-. Sujetó su cota de mallas enseñando un agujero- desgarraron mi armadura de un solo zarpazo.

-Tú bien lo has dicho Sven- respondí dirigiéndome al primero que había hablado,- son demonios, pero con la ayuda de Dios hemos acabado con ellos-.

- Señor- dijo Conrad a mi zurda,- Lo que sucede en este bosque no es natural, esas criaturas realmente eran monstruos-. Desvió temeroso la vista a los alrededores- prefiero enfrentarme a humanos, esos seres no eran obra de Dios-.

Durante unos instantes pensé en las palabras de mi hermano de armas, era verdad que aquellas bestias eran mucho más terribles que los salvajes Lituanos, y los fuegos aún estaban a una distancia considerable y más en aquel difícil terreno, después de reflexionar me pronuncié.

-Estoy de acuerdo- Todos me observaron a la espera de ver como terminaba aquella frase- Parece que la noche es más amiga de los lituanos que nuestra, conocen mejor el terreno y esas bestias no nos asaltaron durante el día-. Me giré hacia Conrad- ¿serías capaz de encontrar un sitio apartado y seguro en el que descansar en este bosque?-.

- No estoy seguro- se le notaba dubitativo,- ellos conocen mejor este terreno que yo-.

-Cierto, pero confiarán en que sigamos avanzando hasta dar con ellos- interrumpió Olaf, dirigió la vista al cielo y continuó- Además queda poco para que amanezca, con que encuentres un lugar defendible bastaría-.

-Supongo que algo podría encontrar- afirmó con algo más de confianza Conrad- pero ¿qué haremos con nuestros hermanos desaparecidos?-.

Nuevamente tardé unos momentos en tomar una decisión, mi cabezonería había costado la vida a muchos de mis guerreros, como buenos soldados de Cristo teníamos que socorrer al necesitado y más si eran nuestros propios hermanos de armas.

-Desandaré el camino- Olaf dijo aquellas palabras sacándome de mis cavilaciones.

-¿Cómo?- pregunte desconcertado.

-Quedamos pocos, tú mismo estás exhausto, y necesitáis a Conrad, estos bosques se parecen a los de mi tierra natal y mi hacha ha mostrado su valía contra esas criaturas, mis dotes de rastreador son menores que la de Conrad pero podré encontraros cuando regrese a este punto del sendero- Olaf recitó aquel discurso sin el más mínimo rastro de temor en su rostro.

-No me agrada arriesgarme a perder a mi mejor soldado- me apresuré a comentar- pero si queda alguno vivo, podríamos necesitarle, confío en ti hermano, da con ellos, pero no vallas más allá de la encrucijada-. Tras yo decir aquello, Olaf realizó un saludo marcial y se marchó desandando la senda.

Con una orden corta, Conrad se puso a buscar en la espesura un sitio seguro donde pasar las últimas horas de oscuridad. No tardó en dar con una hondonada que nos mantendría ocultos de ojos curiosos, dispusimos dos turnos de guardia, primero Conrad y Rickard, después Sven y yo. Una vez organizadas de ese modo las guardias y habiendo extendido las mantas para descansar me arrodille y recé. Era una rutina, todas las noches rezaba al dios único y verdadero, mi fe y mi fuerza, el alfa y el omega, pero en esta ocasión no fue simple rutina, recé con un fervor como no había sentido desde mis tiempos de novicio en el monasterio, antes de unirme a la orden. Recé para que nuestro valor y fuerza bastasen para acabar con la corrupción de aquellas tierras, recé para que las almas de mis hombres encontrasen el descanso que merecían, recé para que el dios padre, hijo y espíritu santo guiase mi espada y pudiese vengar la muerte de mis hermanos. Finalmente limpié las lágrimas que habían aflorado en mi rostro y me dispuse a descansar.

Mis sueños estuvieron plagados de criaturas horrendas, monstruos perro que mataban y devoraban a mis hermanos, lituanos salvajes con rostros retorcidos de maneras demoníacas despedazando a mis guerreros, incluso los arboles nos enfrentaban.

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