IGORs

jueves, 14 de enero de 2010

NUEVOS INQUILINOS "Gemelos: primer acto" (Sexta entrada)


Poco antes del alba, en el establo, tuvo lugar el último suceso de la noche. La gotera predicha por Rosa estuvo chorreando sobre la rienda medio suelta del caballo, humedeciéndola y provocando que se terminara de soltar del poste. El caballo notó un leve picor y agitó la cola, mosqueando a un tábano que no dudó en picarle. Acto seguido un inmenso dolor sacudió al caballo, soltó tres coces al aire tratando de aliviarse, al no surtir efecto optó por salir al galope del establo, que había quedado abierto tras la visita de Omar y la campesina.

Mientras, en la vieja casa de Adela, el tejadito de piedra que protegía la chimenea de la lluvia y la nieve cedía. Erosionado por el paso del tiempo, se desplomaba contra las ascuas, esparciendo éstas por todo el salón. Nuño, atento toda la noche frente a la ventana, saltó de la silla y las recogió rápidamente con unas pinzas oxidadas que colgaban de la pared junto a la chimenea. El caballo tuvo el tiempo suficiente para atravesar desbocado la pequeña llanura que le separaba del bosque antes de que el vigía volviera a su puesto frente a la ventana. Unos minutos después el gallo anunciaba el nuevo día, aunque fuera seguía pareciendo noche cerrada.

Poco a poco los asaltantes fueron despertando, cuando Diego y Adela llegaron fueron golpeados y arrojados a una esquina.

-¡Bien, confesad antes de que os arranque algo más que una mano!- rugió Teodosio con la espada desenvainada frente a ellos.

Los campesinos le miraron asustados y sorprendidos, frenó su espada y replanteó la pregunta intuyendo que ellos no tenían la respuesta.

-¿Dónde está Omar?, ¿qué habéis hecho con él?

-Lamento no poder responderle- contestó Adela.

-Les dejamos a todos aquí y nos fuimos a dormir a casa de nuestro hijo Gonzalo, debe creernos- explicó el campesino mientras se sujetaba el dolorido estómago.

-¿Les pincho un poco a ver si nos dicen la verdad?- preguntó el novato, que lucía un moratón en el ojo.

-Ya has metido la pata lo suficiente- dijo mirándole al ojo sano. –No creo que sepan nada.

Teodosio envainó la espada y se dirigió a la despensa, abrió la puerta exterior y observó el suelo, ya no quedaba rastro de ninguna huella. Llamó al novato y a Elvira y después de unos minutos, salió al exterior de la casa seguido de Nuño, la mujer cerró la puerta y volvió al salón.

-¿Qué sucede?- preguntó Juan.

-El jefe ha ido a comprobar una cosa, mientras, tú y Gilberto volved a registrar las casa y traed a toda esa escoria de nuevo aquí.

-Ese novato no hace nada a derechas- dijo Gilberto bastante molesto por tener que volver a empaparse.

-Más os vale que no tengáis nada que ver en esto o no quedará nadie vivo- sentenció Elvira mirando con desprecio a los dueños de la casa.

En menos de media hora estaban todos los campesinos en la casa, empapados y a medio vestir, pero no faltaba nadie, y ninguno parecía saber nada.

-¿Por cuál quieres que empiece?- preguntó Marcus mientras desplegaba un hatillo con tenazas, ganchos y otros utensilios igual de aptos para la tortura. –Irá más rápido si revivís el fuego de la chimenea.

-No vamos a hacer nada hasta que vuelva Teodosio- contestó la segunda al mando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario