IGORs

jueves, 28 de enero de 2010

NUEVOS INQUILINOS "El Caballero Teutón" (Cuarta entrada)


Me desperté sobresaltado, desorientado, debido a mi entrenamiento me puse en pie con mi arma en ristre antes de ser siquiera capaz de recordar donde estaba. Un vistazo alrededor me hizo rememorar lo acaecido el día anterior, aún aturdido me percaté de que el sol comenzaba a despuntar. Vi a Rickard y Conrad a un lado de la hondonada, inclinados sobre algo, y en ese momento ese "algo" gimió de dolor. Me dirigí hacía ellos y lo que vi me provocó una profunda tristeza, allí yacía August, la imagen era horrible, le faltaba un brazo del cual apenas manaba un hilillo de sangre, gracias a un cinturón fuertemente apretado, estaba cubierto de otras heridas menores y su rostro mostraba un estado casi febril de terror.

-Hermano August- todas las miradas se giraron hacía mí, antes de que pudiese preguntarle por lo sucedido comenzó a balbucear.

-Los árboles señor... los árboles nos atacaron-. Se debió percatar de mi mirada incrédula pues intentó alzarse para darle mayor fuerza a su relato, pero fue incapaz- los árboles nos atacaron, tenían tentáculos, como si fuesen una impía mezcla de un árbol y un kraken, nos pillaron de improvisó, nos destrozaron señor, sólo yo sobreviví-. Después de terminar esas palabras miró al cielo- perdónanos Señor, protégenos de todo mal...- y continúo con más rezos y palabras a Dios.

-Lo encontré poco antes de la encrucijada- la voz de Olaf resonó a mi espalda, me giré y allí estaba tal y como le vi la noche anterior, al fin algo bueno.- Estaba maltrecho, se había sujetado él mismo el torniquete pero aún sangraba bastante, tuve que rehacerlo, ha perdido mucha sangre y parece enloquecido de terror, pero después de lo que vimos anoche... creo sus palabras-.

-Yo también- asentí- hemos de acabar con el mal que mora en este paraje-. Miré a August- cauterizadle la herida y dejadle lo más oculto que podáis-. Nadie rebatió las órdenes- hemos de terminar nuestra empresa cueste lo que cueste, después vendremos a recogerle, preparad vuestras cosas, partiremos cuando estéis todos listos-.

Era consciente de que Conrad y Rickard no habían tenido oportunidad de dormir, pero era necesario partir ya, no podíamos aguardar más, cada momento que pasaba nos arriesgábamos más a una nueva emboscada, con ese pensamiento en mente volví a hablar.

-Esta vez no seguiremos el camino, Conrad- dije.

-¿Sí, señor?-

-¿Recuerdas la posición aproximada de los fuegos que vimos anoche?-

-Sí, señor-

-Nos guiarás hasta aquel lugar, caminando entre los árboles, alejados del sendero- le ordené.

-Lo que mandé, señor-.

Apenas había alzado su lento camino por el cielo el astro solar y la escarcha aún coloreaba de tonos blanquecinos la hierba del bosque, cuando nos pusimos en marcha. El miedo nocturno había dejado paso a la determinación y furia de la venganza y el castigo divino, así lo sentía en lo más hondo de mi ser y la convicción que veía en los rostros de mis hermanos delataba que ellos sentían algo similar. Caminamos encorvados entre los árboles, como la bestia acechante, alejándonos del sendero. Paulatinamente, según nos acercábamos a la fuente de los fuegos de la noche anterior, los ruidos del bosque comenzaron a escasear y una quietud ultraterrena se apoderó del paisaje de un modo terrorífico. Durante un largo trecho oteé atento, pero ningún animal, ninguna criatura viva apareció, parecía que nada quería vivir en aquellas tierras, incluso la vegetación estaba cada vez más desmejorada. Seguimos avanzando entre los árboles, siempre adelante, a paso ligero, haciendo el menor ruido posible. Una alta loma en mitad del bosque se cruzó en nuestro camino, no fue ningún impedimento pero cuando la coronamos, no pude evitar un temblor.

-Esto no es natural- dijo Olaf a mi espalda.

Frente a nosotros había una hondonada tremendamente amplia, con un gran claro en medio, presidido en el centro por un pequeño dolmen cuya visión me provocó un escalofrío. Pero no era eso lo más extraño, cuanto más próxima estaba la tierra a ese lugar, más maltrechos se encontraban los árboles y las plantas. Tal era así, que el claro era tan sólo tierra gris rodeada de unos pocos troncos muertos. En torno a aquella tierra malsana se levantaban unas tiendas primitivas y restos de hogueras, sin duda el campamento lituano, aparentemente desierto.

-Esto sólo puede ser obra del maligno- sentencié- ha llegado el momento de castigar la herejía y vengar a nuestros hermanos-.

Continuamos nuestro avance por aquellas tierras malditas. Todo el vello de mi cuerpo se erizaba según nos aproximábamos a nuestro destino, pero había otra sensación, la excitación de la proximidad del combate, pronto podría ver el rostro del artífice de aquella corrupción y mandarle de vuelta con el Demonio.

Nada nos impidió el paso y el sol había alcanzado su cenit cuando dejamos atrás los últimos arboles vivos. Caminamos en el paraje desolado levantando pequeñas nubes de arena gris con nuestro avancé y finalmente alcanzamos el campamento. Lo que se intuía en la distancia era cierto, allí no había ni un alma, debían haberse marchado en nuestra busca. Algo llamaba mi atención poderosamente mientras revisábamos las tiendas, el dolmen, me inquietaba y atraía a partes iguales. Al fin dejé de resistirme y me aproximé, con cada paso la sensación crecía, mis hombre me siguieron. Al llegar vi algo que o esperaba, la tierra entre las rocas estaba removida y había una abertura lo bastante grande como para descender por ella.

-Sabía que antes de acabar el día descenderíamos a los infiernos- dijo Sven con una sonrisa en los labios.

-Me temo hermano que eso que dices puede ser verdad- respondí- coged las maderas más próximas que encontréis y envolvedlas en trozos de tela, usad las tiendas, necesitaremos antorchas de nuevo-.

Mis órdenes fueron cumplidas con celeridad y empezamos nuestro descenso. Fui el primero en entrar, el agujero descendía lentamente en cuesta hacía el interior de la tierra. Al poco de entrar un extraño olor a podredumbre y corrupción me asaltó, dejándome sin aliento, costaba respirar en aquel ambiente tan sumamente viciado, detrás de mí oí varias toses.

-Es repugnante- Rickard apenas pudo pronunciar estas palabras.

La rampa seguía descendiendo, siempre hacía abajo, casi sin darme cuenta el suelo de tierra había desaparecido y avanzábamos por una rampa compuesta de losas de piedra negra. En la lejanía comencé a ver un punto de luz y el horrible olor fue dando paso a un aroma dulzón, parecido al incienso traído del sur. Cuando nos aproximamos a aquel fulgor y vi que era una abertura, preparé mi espada y mi martillo, mis hombres me imitaron y finalmente llegamos a la base de aquel interminable corredor.

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