IGORs

jueves, 14 de enero de 2010

NUEVOS INQUILINOS "Gemelos: primer acto" (Novena entrada)


La niña siguió todas las instrucciones mientras Adela cogía una vela, luego se hizo a un lado y la mujer inició el descenso con mucha calma, la seguía mirando entre sus brazos tratando de descubrir dónde iban.

Una vez llegaron abajo le pidió que abriera la puerta y entrara, nada más adentrarse en la oscuridad de la sala notó el enrarecido aire típico de las catacumbas, cierto olor a humedad y abandono, pero no era sólo eso, olía a sangre y podredumbre, como el día de matanza en las despensas del castillo.

La poca luz que se filtraba hacia dentro sólo le dejaba ver la forma difusa de unas columnas con altos arcos que las unían, tras éstas parecía haber algo vivo moviéndose al amparo de la oscuridad.

Un violento empujón la lanzó bajo el arco que tenía delante y la luz que portaba Adela entró iluminando la amplia sala. Amelia contempló la sala por un segundo y cayó de rodillas, completamente horrorizada tapándose los ojos, como si de esa manera fueran a desaparecer.

-Esto es una pesadilla pronto despertaré, esto es una pesadilla pronto despertaré…- y así siguió, en estado de shock balanceándose de adelante a atrás sin separar las manos de la carta.

Sancho pudo ver como entre sueños lo que su hermana jamás olvidaría. Rodeados de columnas unidas por arcos, se hallaban tres seres sacados del más horrendo infierno. El del centro parecía estar formado de un humo verde condensado, casi gelatinoso, de torso para arriba sólo difería de un humano en sus alargados dedos. De cintura para abajo, dos apéndices bajaban entrelazados apoyándolo sobre el suelo y volvían luego a subir alrededor del ser hasta sobrepasar su cabeza tres metros más arriba. Ahí se separaban, terminando cada en un ojo.

Los otros dos seres parecían diferentes al primero, ambos tenían gruesas piernas cubiertas de un pelaje marrón oscuro. El que estaba a la derecha tenía dos piernas, mientras que el de la izquierda se apoyaba sobre cuatro. Del centro de éstas, salía un tronco envuelto de tentáculos, que al llegar a la parte superior se separaban y flotaban a su alrededor terminando en lo que parecían unos aguijones del tamaño de un puño. De entre los tentáculos surgía una especie de masa oscura y gelatinosa coronada por unos diminutos labios rodeados de ojos.

El de las dos piernas tenía un torso con cuatro pechos y la misma cantidad de brazos, las grandes manos lucían tan sólo tres dedos, acabados en unas garras tan largas como el antebrazo del niño. La cabeza, carente de boca, albergaba gran cantidad de tentáculos, cada uno con un ojo al final, todos ellos le miraban.

La mujer depositó a Sancho a un lado de la niña que seguía recitando las mismas palabras, apoyó la espalda del muchacho en la columna y se irguió ante los extraños seres como si nada.

-Todo va según lo previsto, pronto el resto estarán también aquí- hizo una sencilla reverencia y cerró el portón al salir.

Antes de que la última ráfaga de luz se marchara con la mujer, Sancho pudo entrever como el ser de cuatro brazos avanzaba hacia él con las palmas extendidas, en cada una de ellas se abrían unos oscuros labios recubiertos de sangre reciente. La oscuridad les envolvió y el goteo sobre el suelo fue aproximándose hasta que en su delirio el niño pudo sentir el aliento cálido y pútrido en su propia cara.

-“¡Detente!”

Sancho oyó esas palabras en su propia cabeza, parecía una voz masculina y ronca. Amelia gritó horrorizada y salió corriendo hacia la salida, chocó con la puerta y comenzó a arañarla y golpearlas con fuerza, perdiendo varias uñas en el vano intento de abrirla.

-¡Sal de mi cabeza, despierta, despierta….!- la niña se acurrucó contra la puerta y comenzó a sollozar.

-“Luz”

Siete antorchas, una en cada columna, ardieron iluminando la gran sala. Una de las manos le giró la cara y todos los ojos pudieron ver los oscuros bultos que tenía en el cuello, al momento los otros dos brazos dejaron al descubierto el torso del niño, las axilas resultaron tener los mismos signos.

-“No hay duda, ha vuelto a encontrarnos”- esta vez fue una dulce voz femenina la que habló, el ser retrocedió sin volver a tocarle. –“¿Tiene solución?”

El horror envuelto en tentáculos comenzó a extenderlos hacia el ser vaporoso del centro, mientras este último comenzaba a abrir los parpados mostrando unos rojizos ojos sin pupilas, unas sanguinolentas lágrimas comenzaron a gotear de los enormes ojos.

-“He encontrado una fisura, puede que esta vez pase de largo”- aventuró la suave voz.

Los tentáculos retrocedieron y los párpados se cerraron. Sancho perdió la consciencia y su cuerpo se escurrió hasta quedar tumbado en el suelo.

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