IGORs

jueves, 14 de enero de 2010

NUEVOS INQUILINOS "Gemelos: primer acto" (Cuarta entrada)


Apenas pasaban dos horas de la media noche cuando comenzó a nevar, Juan y Gilberto yacían plácidamente dormidos mientras Nuño y Omar se morían de aburrimiento y sueño, el novato hacía guardia frente a la ventana, su compañero, por su parte, se preparaba un bocado nocturno en la despensa.

En ese preciso momento un rayo cayó a escasos diez metros de la casa, Nuño, quedó tan impactado como un murciélago que volaba cerca, el cual fue a chocarse contra la ventana de la despensa, haciendo que el oriental se sobresaltara y mirara por la ventana, a tiempo de ver una figura encapuchada saliendo de la casa de enfrente. Por un momento y como si fuera una señal, un mechón largo y pelirrojo se escapó de la capucha.

El novato salió al exterior a comprobar de cerca el suelo churruscado, así que no pudo oír a Omar avisarle desde la despensa que se iba tras una campesina. Cuando Nuño entró empapado su compañero ya no estaba.

La nieve y los truenos amortiguaban completamente cualquier ruido en el exterior, así que el corpulento hombre fue corriendo de esquina en esquina asomando la cabeza para comprobar que se dirigía al establo, una vez dentro ya no tendría escapatoria, nadie les oiría en su nidito de amor. Corrió hasta la puerta y miró tras de sí, no parecía que los siguiera nadie, así que entró rápidamente y cerró con cuidado, no quería sobresaltar al conejito.

Al observar dentro del edificio pudo ver a la jovenzuela, ya con la capucha quitada y la melena rizada colgando hasta el final de la espalda, estaba desatando uno de los caballos.

-¿Se puede saber dónde pretendes ir?- la muchacha dio un salto a un lado y se giró temblando.

-No es lo que pensáis- argumentó con un inaudible tono de voz- sólo iba a cambiarlo de sitio, el techo es viejo y tiene muchas goteras.

-No tienes por qué mentirme, ninguno de los dos dirá nada de lo que ocurrió aquí esta noche.

-Pero le repito que no hacía nada- contestó la doncella dando un paso atrás.

-¿Cuál es tu nombre gorrioncito?- preguntó el bandido mientras colocaba el tablón que cerraba la puerta del establo.

-Rosa, señor- dijo con voz temblorosa dando otro paso atrás- hija de Fernando y Marta.

-Bien Rosa, yo soy Omar y creo que esta noche nos vamos a conocer muy a fondo- dijo adelantándose y dejando caer el abrigo de pieles al suelo.

-No, por favor, dejadme volver a casa- balbuceó la joven.

Omar saltó sobre ella tumbándola sobre el heno boca arriba, ella gritó y le arañó el cuello tratando de apartarlo, él la agarró el brazo por la muñeca y sin ninguna dificultad le arrancó la manga del vestido y el abrigo, dejando la suave piel al descubierto.

La chica quedó petrificada de miedo, momento que aprovechó el oriental para arrancar los botones de un tirón y dejar el pecho de la joven al aire, los pechos y un collar de enormes perlas, dignas de una reina.

Esta vez, fue Omar el que quedó congelado ante tal incongruencia, Rosa reunió todo el valor que pudo y le asestó tal puntapié en su orgullo, que el corpulento hombre cayó de culo sumido en un inmenso dolor.

La joven se echó a un lado e intentó salir corriendo, pero Omar no iba a dejar escapar una joya como esa, la agarró por el tobillo y tiró de ella. Rosa cayó y antes de que pudiera reaccionar, tenía al corpulento hombre sobre ella con sus manos rodeándole el cuello.

-¿Dónde crees que vas con mi collar?- dijo quitándoselo con una mano mientras le estrujaba el cuello con la otra. -Me gusta tu regalo, pero seguro que tenéis más, ¿dónde?- la miró fijamente a los ojos, aflojando la mano.

-Es una herencia familiar, no tenemos nada más- contestó, tras coger algo de aire.

-Mientes- sentenció mientras guardaba el collar y sujetaba la garganta de la joven con ambas manos, - apenas me costaría romperte el cuello, pero sería un desperdicio, una niña tan guapa, con tanta vida por delante. Haznos un favor a los dos y no me vuelvas a mentir, ¿dónde?- dijo comenzando a cerrar las manos.

-En la cripta- contestó la joven con un hilo de voz, casi inaudible. Omar aflojó la presa.

-¿Dónde?

-En la cripta- contestó como pudo recobrando el aliento.

-Eso está mejor, guíame y no intentes ninguna artimaña o tendré que matarte y preguntárselo a tu padre mientras violo a tu madre.

Omar recogió las pieles y empujó a la joven en dirección a la puerta. Rosa se recolocó la ropa lo mejor que pudo, al tiempo que el bandido retiraba el tablón. Luego, los dos se internaron en la lluvia camino de la iglesia.

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