IGORs

lunes, 24 de agosto de 2009

NUEVOS INQUILINOS "Pequeños inconvenientes" (Segunda entrada)


Después encontramos el primer oso pardo agostado en la nieve, En esta epoca del año deberia estar hibernando, encontrarlo en el exerior no era muy buena señal. Les convencí para perder un poco de tiempo y recoger algunas muestras del animal, no fue una gran idea, como todo en general ese día.

Aterrizamos y fui el primero en salir disparado hacia el oso, pero no pude acercarme a más de tres metros, el animal estaba quieto, con todos los músculos tensos del puro dolor que parecía sentir, pero no se movía ni un ápice. Parecía como encerrado en su propio cuerpo, enterrado en vida, sobrepasado por el dolor y agonía, pero sin poder siquiera gritar, jamás había visto algo así.

Antón me adelantó sin que lo notara, estaba como desconectado. Fui incapaz de oír a mi compañero pidiéndome el maletín de las muestras hasta que Juana, su hermana, que venía detrás, me avasalló quitándome el bulto que sujetaba en la mano.

-Reacciona Carlos, esto fue idea tuya- comentó mientras me espabilaba del shock. –No sabemos qué ocurre, así que tenemos que darnos prisa en llegar a las instalaciones.

Los hermanos tomaron las muestras y volvimos al avión, por lo visto Juana le localizó el pulso al oso, aunque débil seguía vivo, pero tenía muy mala pinta. En ese momento, sólo queríamos volver a elevarnos con el helicóptero y alejarnos de la zona. A lo largo del camino todos los animales que divisamos parecían postrados con los mismos síntomas o estaban ya muertos, desde el cielo no se distinguía con claridad.

Al llegar a las instalaciones, las encontramos completamente desiertas, estaba oscureciendo y decidimos descender lo antes posible, ya inspeccionaríamos la zona desde el suelo, sin duda fue otra mala idea.

El aterrizaje no fue ningún problema, se acercaba un temporal de nieve que por lo visto duraría toda la noche, solo quedaban dos horas para que anocheciera, es lo que tiene el invierno, anochece muy pronto. No nos habíamos alejado más que unos pocos pasos del helicóptero, camino del edificio principal, cuando varios disparos nos pusieron en alerta y una gran explosión nos tiró al suelo violentamente.

Nos levantamos como pudimos, Antón cojeaba y todos estábamos medio sordos, mientras nos reagrupábamos pudimos ver que la explosión había sido nuestro helicóptero, nuestra única vía de escape de ese infierno. A cada minuto todo parecía más surrealista, ¿quién nos llamaría para luego volar nuestro transporte?

Un disparo nos sacó de nuestras cabalas y nos hizo mirar a la izquierda del helicóptero, rodeándolo y acercándose hacia nosotros, un hombre con bata blanca nos apuntaba con una pistola.

-No muevan ni un músculo, o no dudaré en usarla-. El supuesto doctor volvió a encaminarse hacía nuestra posición -si siguen mis instrucciones puede que alguno de ustedes salga vivo de aquí.

La amenaza no sentó bien y Klaus, el compañero que sustituyó a mi mujer en el helicóptero avanzó un paso con intención de replicarle, el doctor apretó el gatillo y la bala colisionó con la nieve a los pies de Juana.

-No se confundan, no era mi intención fallar, simplemente no soy soldado y no sé usar un arma, pero dispararé a matar en todo momento-. Quedó bastante claro que estábamos en sus manos, así que seguimos sus indicaciones hasta que nos metió en un almacén de unos cuatro metros cuadrados y cerró la puerta con llave. -Yo que ustedes no tocaría a ningún ser vivo si no quieren acabar como los demás, y si alguien se les acerca, no duden en alejarlo como les sea posible. Sólo evitando el contacto, evitarán que ellas entren en su cuerpo.

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