IGORs

lunes, 24 de agosto de 2009

NUEVOS INQUILINOS "Pequeños inconvenientes" (Undécima entrada)


Entre y cogí un extintor junto al ascensor, le indiqué a Klaus que bajara a por los códigos, yo limpiaría esta planta y le esperaría junto al generador. Él se dió media vuelta y me indicó que volvería lo antes posible.

Pude ver por el rabillo del ojo que un investigador con bata venía arrastrando la pierna derecha por el pasillo a la izquierda del ascensor. El extintor no me duraría mucho, así que miré a mí alrededor y vi un carrito del reparto de correo, deje mi arma sobre él y empecé a correr por el pasillo, el infectado de la bata se incrustó en el carrito y los choqué a ambos contra la pared final del pasillo.

Miré a mi alrededor, por el momento no parecía que viniera ninguno más, cuando me quise girar hacia el infectado ya se había recuperado y trataba de alcanzarme con los brazos, cogí un perchero de pie y comencé a aplastarle como si fuera un bate de beisbol. Lo que quedó de él fue un amasijo de carne con infinidad de agujeros, paré porque un ruido a mi espalda me alertó de la llegada de otro infectado.

Me giré y vi llegar corriendo a otro de esos bastardos con bata. Di la vuelta a la mesita con ruedas, cogí el extintor y de una patada la empujé contra él, la paró y la apartó al interior de una habitación. Un enfrentamiento tan directo era peligroso, más con tanto espacio para que esquivara la barra, así que localicé la habitación más cercana y me colé dentro cerrando tras de mí.

Por suerte la sala de reuniones estaba vacía, coloqué la sólida mesa frente a la puerta, preparándome con la barra para ensartarlo en cuanto abriera. De repente, algo se movió a mi izquierda, antes de que pudiera girarme y ver lo que se me venía encima, la cristalera que separaba los despachos cedió, apareciendo el infectado. Por suerte para mí, reaccioné a tiempo, la barra del perchero lo atravesó y lo detuvo a un metro de mí. Entonces el “cacho carne” se miro el abdomen ensartado, cogió la barra con ambas manos y empezó a hundirla en su tripa, acercarse rápidamente a mi.

Lo lancé al suelo de una patada y cogí el extintor, le rocié por lo menos medio contenido antes de que parara a comprobar si seguía moviéndose. Al verle en estado catatónico, me derrumbé en el suelo y me abracé a mi salvador. No parecía venir nadie más, pero no podía bajar la guardia. Algunos estaban tan perjudicados que parecían zombis de la vieja escuela, fáciles de esquivar , mientras que otros parecían pensar todavía con bastante claridad, además de moverse más rápido y tener más fuerza que un humano normal.

Recobré el aliento y volví lentamente, en silencio y con el extintor en la mano hasta el ascensor, siempre buscando sustituir el que llevaba a medias. Parecía que las cosas no iban tan mal cuando de repente sonó detrás de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario