IGORs

lunes, 24 de agosto de 2009

NUEVOS INQUILINOS "Pequeños inconvenientes" (Novena entrada)


-Es usted un profesional en evitar a la gente, ¿no?-. El doctor tenía algún secreto escondido y tenía que sacárselo. -Una base del ejército con el capitán y todos los demás soldados y trabajadores infectados y el único que se salva es el investigador jefe. ¿No le parece un poco raro?

-Esa explicación es muy sencilla, sufro una fobia que me ha facilitado centrarme en mis investigaciones y ser de los mejores en mi campo, soy incapaz de soportar el contacto físico. Los reflejos instintivos que he desarrollado me han mantenido vivo ahí dentro, ahora sólo me arrepiento de no haber tenido algo de vida social que echar de menos.

-Lo siento por usted, le llevaremos a algún sitio resguardado para que no sufra las inclemencias del tiempo.

-No- me interrumpió el doctor -dejadme aquí, sólo sacadme este madero antes de iros.

-Pero te desangrarás- dije más por el reparo de quitar una vida que por remarcar lo obvio.

-Yo lo haré- dijo Antón adelantándose y cogiendo el madero con los dos brazos.

-Marchaos, sin duda oirán el grito y vendrán, cualquier ser humano que no esté muerto les viene de perlas para sus pruebas.

-¿Qué le harán?- pregunté.

-No les dará tiempo, moriré desangrado en unos instantes, marchaos.




Cabizbajos nos alejamos hasta un coche volcado y lo usamos de parapeto para observar la situación, con suerte no saldría nadie de la base y podríamos enterrarle en la nieve. Pero no nos dieron esa opción, en pocos minutos se abrió la puerta y un palo con un gancho salió del interior, ensartó al doctor y lo arrastró a dentro. El que manejaba ese gancho no parecía muy afectado por los pequeños alienígenas del doctor, eso no nos venía nada bien.

Aguardamos media hora, no fuera que nos estuvieran esperando, y nos acercamos a la puerta. Según el doctor, el camino a los ascensores era fácil, sólo teníamos que seguir el pasillo principal hasta topar con ellos, una vez allí coger el elevador del centro y bajar diez plantas. Los otros dos ascensores sólo bajaban hasta la séptima planta. Una vez allí, seguiríamos el pasillo y al final estaba la sala de control de energía, donde encontraríamos el panel que buscábamos.

Esa parte estaba clara, lo que no sabíamos tan seguro es dónde estaría el capitán y con él, los códigos de seguridad. Había un par de opciones, la más lógica era la sala de control, en la última planta, es decir, bajo la central energética. La otra opción era la sala de oficiales al lado del arsenal, aunque menos probable, no podíamos dejarla sin revisar, estaba en el quinto piso, a mitad de camino. Debíamos ir rápido, ya que el equipo terrestre de rescate saldría a mas tardar al alba, la base debía saltar por los aires antes de que Marta llegara. Sólo quedaba una opción, separarnos.

Abrimos la puerta y para nuestra sorpresa nadie nos esperaba al otro lado, las luces funcionaban perfectamente y comenzamos a sudar en cuanto entramos, sin duda la temperatura superaba los cuarenta grados.

La iluminación era óptima y todo parecía funcionar perfectamente, espero que lo solucionemos pronto. La pistola de clavos se la quedó Klaus, la motosierra Antón y yo me guardé la pistola de bengalas con los cuatro cartuchos que llevábamos en el poco equipo que cogimos al bajar del helicóptero.

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