IGORs

martes, 10 de febrero de 2009

El Lobo, entrada 3


ENTRADA 3

Un leve goteo… el cuerpo putrefacto estaba apoyado de costado sobre la mesa, una lengua necrosada de un color negro enfermizo colgaba de sus mandíbulas desencajadas y carentes de labios, los ojos en blanco… y pese a todo ello de repente se puso en movimiento, de modo brusco y rápido, aunque no ágil, se alzo lentamente, tambaleándose, al igual que el otro cadáver con el que compartía estancia, algo había golpeado la puerta, otro golpe la abrió finalmente, los cuerpos ya estaban en movimiento, se giraron bruscamente al ver entrar algo, raudo y gris, casi como un ente corrió al otro lado de la habitación gruñendo y de repente todo oscuridad…

Lobo saco de un tirón el machete de la cabeza de aquel cadáver repulsivo, Bardo había hecho bien su trabajo, entro de manera repentina, gruñendo y atrayendo la atención de los podridos, eso le permitía ahorrar balas, de un golpe horizontal hundió el filo del machete hasta la mitad del cráneo de aquel cadáver de mujer, y con eso quedaba limpia la ultima habitación de la casa, mientras limpiaba el machete con el mantel de la mesa dedico unos segundos a mirar el lugar, era una habitación pequeña, una sala de estar, sin camas, solo un armario para cubertería, una mesa y una hamaca, la verdad es que salvo por el hedor a descomposición y algún trozo de sus ocupantes aquí y allá se encontraba en buen estado la habitación, los cadáveres eran un hombre de unos cincuenta y largos supuso Lobo, por la constitución debía de ser un tipo fuerte aunque poco atlético, la mujer probablemente seria su esposa, posiblemente se refugiaron aquí cuando todo empezó, pero alguno de los dos había sido mordido o se había infectado de algún otro modo sin darse cuenta….

Resulto fácil limpiar aquel caserón, las enormes puertas de estilo antiguo mas las gruesas paredes de piedra provocaban que los sonidos quedasen atenuados, le fue fácil rematar a los cinco ocupantes restantes de la casa, además los muros y las puertas unidos a las rejas de metal de la planta baja habían provocado que entrasen pocos, un total de siete podridos en un caserón así no era mala media, claro que el estaba entrenado y preparado para matar, un civil en la misma situación podría haberlo pasado muy mal.

Un rápido vistazo por la ventana le recordó que no tenia mucho tiempo que perder, apenas perduraban los últimos rallos de sol en el horizonte, rápidamente pero atento a todo bajo las escaleras hasta la entrada de la casa, la había dejado solo cerrada con el picaporte por si necesitaba salir a la carrera, pero ahora que la casa estaba asegurada se acerco a un enorme banco de madera maciza, y con mucho esfuerzo y un par de traspiés lo coloco contra la puerta, harían falta muchos podridos para mover eso, y de un modo u otro armarían un gran escándalo antes de conseguir desplazar aquel enorme mueble, por ultimo deposito su bolsa de viaje en el suelo y saco de ella una potente linterna, ahora que se había asegurado de que todo estaba seguro podía tomarse su tiempo en revisar aquel alijo.

Durante su búsqueda de posibles problemas había localizado la despensa, y por lo visto se habían preparado a conciencia ante cualquier imprevisto, hacia meses que no encontraba semejante cantidad de envases y conservas, anchoas, sardinas, fabada, lentejas… por primera vez en mucho tiempo pudo elegir, fue clasificando por valor nutricional y gusto las mejores latas y las fue echando a la bolsa, además estaba lo otro… cuando lo encontró se sintió como un puñetero crió en navidad… ¡un hornillo eléctrico! Al principio de toda esa mierda él tenía uno, pero se le había estropeado hace ya mucho tiempo, las hogueras eran más difíciles de hacer, menos sutiles e incluso más peligrosas, con ese hornillo podría calentar comida sin llamar demasiado la atención ni tener que reunir leña, al menos hasta que se acabase el gas.


Se recostó a gusto en el sillón, esa habitación estaba intacta cuando reviso la casa, no parecía que hubiese entrado nada ni nadie desde que el sitio fue asaltado por los muertos, allí casi ni se olía el hedor a muerto, estaba al final del pasillo del segundo piso, y la ventana no tenia barrotes, ideal, el punto mas seguro de la casa, con vía de escape alternativa y limpio, se sentía de suerte, la habitación debía de ser para inquilinos, tenia dos camas y dos sillones, una mesa de buen tamaño pegada a la pared, chimenea, un armario empotrado en la pared contraria a la mesa, un cuadro en blanco y negro de una señora mayor que parecía sacada de un relato de lovecraft encima de una cama y un crucifijo encima de la otra, la puerta era de buena y gruesa madera, con cerrojo, lo echo y puso la mesa contra la puerta, el sillón era cómodo, las camas estaban hechas, parecía que no había inquilinos en esa habitación cuando aquello sucedió.

Para celebrar aquel triunfo decidió concederse un capricho, los muertos acudían a la luz, pero el humo no les llamaba tanto la atención y menos de noche, así pues cerro las contraventanas y encendió la chimenea con la madera que había al lado, cogió un cazo y de una de las garrafas de agua que había subido de la despensa lo lleno, y saco los macarrones, se le hacia la boca agua solo de pensarlo, al fin una comida medianamente decente, hecho algo de sal y una hoja de laurel y espero a que hirviese, una vez empezó a hervir hecho la pasta, oyó un leve gañido a su lado, giro la cabeza y vio a su perro relamiéndose, se había agenciado una de las camas para el, su mirada estaba absorta en el cazo, Lobo se permitió una leve carcajada ante ese espectáculo.
-No te impacientes perraco, hay para los dos- dicho esto le acaricio, pero como respuesta solo recibió otro gañido y un sonoro ruido de las tripas de ambos- Vale, evidentemente yo también tengo hambre-


Al fin, ambos tenían el estomago lleno, se habían tomado un kilo de macarrones con tomate cada uno. Se estaba bien, el estomago lleno, calor, varias garrafas de agua que no podría llevarse con el, así pues podían saciarse de agua tanto como quisiesen, para Bardo había dejado una fuente para ensaladas llena de agua a un lado de la habitación. Poco a poco el crepitar del fuego empezó a provocarle cierto espesor, miro a su lado y vio a su perro dormido placidamente, bueno, la casa era bastante segura, y si entraban intrusos se enterarían, no había nada de malo en tomarse un merecido descanso después de tanto sobresalto, sobre la mesilla que se había colocado al lado del sillón deposito su pistola, y tras un profundo trago de agua se recostó en aquel cómodo sillón, empleando el otro como reposa pies, y poco a poco empezó a quedarse dormido, y callo en el sueño mas placido que había podido tener en meses.

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