IGORs

sábado, 13 de junio de 2009

NUEVOS INQUILINOS "El llanto"(segunda entrada)

Paso el día recogiendo la cocina y todos los vasos y platos repartidos por toda la casa, vacío ceniceros y embolso envases, plásticos y latas que fue esparciendo por todas partes. Al mediodía, la cocina parece la de una casa normal, no brilla como la de los anuncios del mayordomo, pero ya no hay nada por medio.

Abro la puerta de la nevera y observo su interior, a parte de un brick de leche cuajada y algo de fiambre mal empacado y en dudosas condiciones, está completamente vacía. Una nevera tan desolada y tanto tiquet y envoltura de comida de encargo indican que algo no fue bien desde que volvió.

Durante los días que pasamos juntos preparó comidas y cenas disfrutando del hecho de cocinar, el tipo de personas que sabe darle el punto justo a los guisos porque disfruta preparándolos. Parecen dos personas completamente opuestas, pero las fotos del salón y del dormitorio coinciden con la mujer que conocí.

Decido tomarme un descanso y bajo al bar de enfrente a comer y tomar un buen par de vasos de vino, a ver si despejo la cabeza y encuentro algún enfoque para solucionar el misterio.

Al salir del piso, me doy cuenta de la ausencia de ruido, ya sabéis, como cuando apagas un electrodoméstico antiguo y desaparece un ruido que se había hecho tan común que no lo percibías. Vuelvo a abrir la puerta y entro en el piso, ya lo oigo de nuevo, un quejido o lloro leve pero continuo, lo sigo hasta el dormitorio y se va haciendo algo más intenso.

El ruido resulta ser el llanto de un bebé, seguramente del piso de abajo o del de al lado. Respiro aliviado mientras me pregunto qué era lo que esperaba encontrar.

A la vuelta de comer, paso por el supermercado y compro comida y bebida para varios días, tengo la impresión de que encontrar a Darla me llevará más de un par de días. Al entrar en el piso, el aroma de mujer vuelve a envolverme, junto con el leve llanto del anónimo niño.

Paso la tarde ordenando el salón. Al terminar, sin mucho éxito, decido sacar una cerveza a medio enfriar de la nevera y me siento en el sofá. Por lo menos, encontré el mando de la tele bajo el radiador, enciendo la caja tonta e intento relajarme un rato. El llanto del niño sigue de fondo, pero consigo perderle el rastro al alzar el volumen de las noticias.

Tras cinco minutos de desastres naturales y otras malas noticias, comienzo a cambiar de canal, nada interesante para variar. Apago la tele y el niño vuelve a mi cabeza, voy a la cocina, cojo una cerveza y algo de fiambre. Vuelvo al salón y me engancho a una película de persecuciones policíacas. Ceno y me recuesto con el cigarro encendido, apagarlo y ver unos veinte minutos más de película, me quedo dormido

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