IGORs

sábado, 13 de junio de 2009

NUEVOS INQUILINOS "El llanto"(tercera entrada)

Me despierto y ya ha terminado la película, o eso creo, la pareja que hay en la tele lo está pasando muy bien, pero no estoy de humor. Apago la tele y el llanto vuelve a mis oídos.

Llego al umbral del dormitorio de Darla, parece que hubiera pasado un huracán, será mejor que duerma en el salón, mañana lo recogeré.

Cojo el cepillo, la pasta, un pijama y me dirijo al baño, lo abro, tampoco tiene buena pinta. En ese momento, me alegro de no haberme descalzado y de haber ido al baño en el bar. Meo casi desde la puerta y me voy a la cocina a cepillarme los dientes, mañana será otro día.

Me tumbo en el sofá e intento dormir, pero el jodido niño sigue llorando, hoy en día le dan el carné de padre a cualquiera. Pongo la tele para amortiguar el ruido. A la media hora, sigo sin poder dormir por culpa del llanto, subo la tele y no sirve de nada. Me levanto y empiezo a buscar algún tapón para los oídos de los mil tipos que tenía Darla, alguno se me pasaría y no lo tiré. Pero resulta que soy muy meticuloso, ni en el salón, ni en la cocina queda ninguno, ni siquiera un mísero somnífero.

Me asomo nuevamente al baño, pero parece que allí tampoco dejé ninguno, mañana tendré que pasar por una farmacia. Paso la noche dando vueltas en el sofá, al amanecer desisto y me preparo un café, estoy molido.

Termino de desayunar un par de tostadas, me aseo un poco en la pila de la cocina y decido bajar a comprar. Al salir de la habitación, siento como si me faltara algo, sacudo la cabeza y bajo las escaleras.

Aprovecho el paseo para comprar unos tapones, estropajo, el desinfectante de oferta y unos guantes. Si quiero seguir en el piso, tendré que meterme con el baño.

Tras sufrir como un gorrino en un día de matanza, consigo dejar el baño medianamente limpio. Las esquinas y juntas mantienen cierto tono oscuro, pero uno se puede mover dentro, sin riesgo de quedarse pegado y la ducha está lo suficientemente limpia como para asearse sin miedo. Me preparo unos huevos con patatas al compás del berrido del niño, decido poner la radio y miro el reloj, las cuatro, no es mala hora para comer.

Después de llenar la tripa, nada mejor que una siesta, me tumbo en el sofá durante media hora, al final, ni con tapones soy capaz de dormir. Me lavo la cara y bajo a por otro tipo de tapones y un par de las marcas más potentes de somníferos, el bebé va a acabar conmigo. Cada vez parece que llora más fuerte, más desesperado.

Al volver al piso, veo un parque muy tranquilo, cerca hay otro con columpios, con lo que no hay niños chillones. El césped, aunque con algunas calvas, parece cómodo, busco un trozo sin regalitos de perro y me tumbo a descansar un poco antes de volver.

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