Entre y cogí un extintor junto al ascensor, le indiqué a Klaus que bajara a por los códigos, yo limpiaría esta planta y le esperaría junto al generador. Él se dió media vuelta y me indicó que volvería lo antes posible.
Pude ver por el rabillo del ojo que un investigador con bata venía arrastrando la pierna derecha por el pasillo a la izquierda del ascensor. El extintor no me duraría mucho, así que miré a mí alrededor y vi un carrito del reparto de correo, deje mi arma sobre él y empecé a correr por el pasillo, el infectado de la bata se incrustó en el carrito y los choqué a ambos contra la pared final del pasillo.
Miré a mi alrededor, por el momento no parecía que viniera ninguno más, cuando me quise girar hacia el infectado ya se había recuperado y trataba de alcanzarme con los brazos, cogí un perchero de pie y comencé a aplastarle como si fuera un bate de beisbol. Lo que quedó de él fue un amasijo de carne con infinidad de agujeros, paré porque un ruido a mi espalda me alertó de la llegada de otro infectado.
Me giré y vi llegar corriendo a otro de esos bastardos con bata. Di la vuelta a la mesita con ruedas, cogí el extintor y de una patada la empujé contra él, la paró y la apartó al interior de una habitación. Un enfrentamiento tan directo era peligroso, más con tanto espacio para que esquivara la barra, así que localicé la habitación más cercana y me colé dentro cerrando tras de mí.
Por suerte la sala de reuniones estaba vacía, coloqué la sólida mesa frente a la puerta, preparándome con la barra para ensartarlo en cuanto abriera. De repente, algo se movió a mi izquierda, antes de que pudiera girarme y ver lo que se me venía encima, la cristalera que separaba los despachos cedió, apareciendo el infectado. Por suerte para mí, reaccioné a tiempo, la barra del perchero lo atravesó y lo detuvo a un metro de mí. Entonces el “cacho carne” se miro el abdomen ensartado, cogió la barra con ambas manos y empezó a hundirla en su tripa, acercarse rápidamente a mi.
Lo lancé al suelo de una patada y cogí el extintor, le rocié por lo menos medio contenido antes de que parara a comprobar si seguía moviéndose. Al verle en estado catatónico, me derrumbé en el suelo y me abracé a mi salvador. No parecía venir nadie más, pero no podía bajar la guardia. Algunos estaban tan perjudicados que parecían zombis de la vieja escuela, fáciles de esquivar , mientras que otros parecían pensar todavía con bastante claridad, además de moverse más rápido y tener más fuerza que un humano normal.
Recobré el aliento y volví lentamente, en silencio y con el extintor en la mano hasta el ascensor, siempre buscando sustituir el que llevaba a medias. Parecía que las cosas no iban tan mal cuando de repente sonó detrás de mí.
Pude ver por el rabillo del ojo que un investigador con bata venía arrastrando la pierna derecha por el pasillo a la izquierda del ascensor. El extintor no me duraría mucho, así que miré a mí alrededor y vi un carrito del reparto de correo, deje mi arma sobre él y empecé a correr por el pasillo, el infectado de la bata se incrustó en el carrito y los choqué a ambos contra la pared final del pasillo.
Miré a mi alrededor, por el momento no parecía que viniera ninguno más, cuando me quise girar hacia el infectado ya se había recuperado y trataba de alcanzarme con los brazos, cogí un perchero de pie y comencé a aplastarle como si fuera un bate de beisbol. Lo que quedó de él fue un amasijo de carne con infinidad de agujeros, paré porque un ruido a mi espalda me alertó de la llegada de otro infectado.
Me giré y vi llegar corriendo a otro de esos bastardos con bata. Di la vuelta a la mesita con ruedas, cogí el extintor y de una patada la empujé contra él, la paró y la apartó al interior de una habitación. Un enfrentamiento tan directo era peligroso, más con tanto espacio para que esquivara la barra, así que localicé la habitación más cercana y me colé dentro cerrando tras de mí.
Por suerte la sala de reuniones estaba vacía, coloqué la sólida mesa frente a la puerta, preparándome con la barra para ensartarlo en cuanto abriera. De repente, algo se movió a mi izquierda, antes de que pudiera girarme y ver lo que se me venía encima, la cristalera que separaba los despachos cedió, apareciendo el infectado. Por suerte para mí, reaccioné a tiempo, la barra del perchero lo atravesó y lo detuvo a un metro de mí. Entonces el “cacho carne” se miro el abdomen ensartado, cogió la barra con ambas manos y empezó a hundirla en su tripa, acercarse rápidamente a mi.
Lo lancé al suelo de una patada y cogí el extintor, le rocié por lo menos medio contenido antes de que parara a comprobar si seguía moviéndose. Al verle en estado catatónico, me derrumbé en el suelo y me abracé a mi salvador. No parecía venir nadie más, pero no podía bajar la guardia. Algunos estaban tan perjudicados que parecían zombis de la vieja escuela, fáciles de esquivar , mientras que otros parecían pensar todavía con bastante claridad, además de moverse más rápido y tener más fuerza que un humano normal.
Recobré el aliento y volví lentamente, en silencio y con el extintor en la mano hasta el ascensor, siempre buscando sustituir el que llevaba a medias. Parecía que las cosas no iban tan mal cuando de repente sonó detrás de mí.
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