No paraba de sangrar, así que me acerqué hacia el tablón con intención de quitarlo y aplicar un torniquete, pero él me indicó que me parara.
-Sabes de sobra que no tengo solución, en cuanto que me saques la tabla mis intestinos se desparramarán por la nieve, déjame que termine de poneros al día, sois la última solución al problema.
-Como quieras- dije mientras ponía mi mochila bajo su cabeza para que estuviera lo más cómodo posible.
-El alto cargo al mando clasificó la operación como de alto secreto, clausuró la zona con la excusa de la reserva y durante años estuvimos investigando los restos. Llegamos a la conclusión de que eran una especie alienígena, ya que no se parecían ni de lejos a ningún ser terrestre. Aunque se barajaron muchas hipótesis, la de los seres de otro mundo era la más plausible.
-Así que fueron los malditos bichos grises de enormes ojos negros…- espetó Antón empezando a desbocarse otra vez.
-No eran grises ni de grandes ojos negros, pero ése no es el problema, ya que ellos fueron los que contuvieron hace eones el mal que nos acecha ahora-. Volvió a toser con insistencia y esta vez vomitó una gran cantidad de sangre. -Me queda poco, así que tendré que dejar que los detalles se pierdan en el olvido, ya que soy el único superviviente.
-¿No queda nadie más?- pregunté extrañado, estaban muy bien equipados, el ejército siempre tiene los mejores recursos, y aún así no queda nadie.
-Sí, todos resultaron infectados, tuve que aislar los cuerpos, altamente contagiosos, y buscar una manera de acabar con ellos. Me serví de animales para intentar acabar con el contagio. Pero todo lo que probaba era inútil, no conseguía acabar con la plaga y se me amontonaban los animales contagiados por la plaga.
-¿Plaga?, querrá decir virus- anotó Klaus bastante asustado. –Además, ¿cómo sabemos que no se transmite por el aire también?
-Ya os he dicho que no es un virus, cuando analicé las primeras muestras al microscopio las vi-. Un escalofrío convulsionó al doctor provocando que la sangre de su boca se derramara por la mandíbula. Se la limpió como pudo y continuó -la parte inferior constaba de entre diez y quince tentáculos con los que se movían o se sujetaban a lo que las rodeaba, la parte superior estaba coronada por una boca redonda con diversas capas de dientes altamente afilados y rodeada de entre ocho y doce tentáculos, armados con una hilera de cuchillas con las que desollar y trocear su alimento, nosotros. Rodeando la boca tienen lo que parecen unos ojos negros como la noche, uno por cada tentáculo. Y eso no es lo peor, parece ser que mientras comen, en sus desechos liberan embriones que maduran en menos de tres horas. No paran de reproducirse hasta que carecen de células que comer, y aún en ese momento no se mueren, emigran a la parte exterior del organismo infectado donde hibernan esperando a la siguiente víctima.
-Sabes de sobra que no tengo solución, en cuanto que me saques la tabla mis intestinos se desparramarán por la nieve, déjame que termine de poneros al día, sois la última solución al problema.
-Como quieras- dije mientras ponía mi mochila bajo su cabeza para que estuviera lo más cómodo posible.
-El alto cargo al mando clasificó la operación como de alto secreto, clausuró la zona con la excusa de la reserva y durante años estuvimos investigando los restos. Llegamos a la conclusión de que eran una especie alienígena, ya que no se parecían ni de lejos a ningún ser terrestre. Aunque se barajaron muchas hipótesis, la de los seres de otro mundo era la más plausible.
-Así que fueron los malditos bichos grises de enormes ojos negros…- espetó Antón empezando a desbocarse otra vez.
-No eran grises ni de grandes ojos negros, pero ése no es el problema, ya que ellos fueron los que contuvieron hace eones el mal que nos acecha ahora-. Volvió a toser con insistencia y esta vez vomitó una gran cantidad de sangre. -Me queda poco, así que tendré que dejar que los detalles se pierdan en el olvido, ya que soy el único superviviente.
-¿No queda nadie más?- pregunté extrañado, estaban muy bien equipados, el ejército siempre tiene los mejores recursos, y aún así no queda nadie.
-Sí, todos resultaron infectados, tuve que aislar los cuerpos, altamente contagiosos, y buscar una manera de acabar con ellos. Me serví de animales para intentar acabar con el contagio. Pero todo lo que probaba era inútil, no conseguía acabar con la plaga y se me amontonaban los animales contagiados por la plaga.
-¿Plaga?, querrá decir virus- anotó Klaus bastante asustado. –Además, ¿cómo sabemos que no se transmite por el aire también?
-Ya os he dicho que no es un virus, cuando analicé las primeras muestras al microscopio las vi-. Un escalofrío convulsionó al doctor provocando que la sangre de su boca se derramara por la mandíbula. Se la limpió como pudo y continuó -la parte inferior constaba de entre diez y quince tentáculos con los que se movían o se sujetaban a lo que las rodeaba, la parte superior estaba coronada por una boca redonda con diversas capas de dientes altamente afilados y rodeada de entre ocho y doce tentáculos, armados con una hilera de cuchillas con las que desollar y trocear su alimento, nosotros. Rodeando la boca tienen lo que parecen unos ojos negros como la noche, uno por cada tentáculo. Y eso no es lo peor, parece ser que mientras comen, en sus desechos liberan embriones que maduran en menos de tres horas. No paran de reproducirse hasta que carecen de células que comer, y aún en ese momento no se mueren, emigran a la parte exterior del organismo infectado donde hibernan esperando a la siguiente víctima.
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