Gahur sacó el enorme hacha que llevaba a su espalda, el arma en cuestión tenía la peculiaridad de que el filo bordeaba completamente la parte superior, saltó sobre la base del cuello del monstruo hundiendo un par de palmos. Siguiéndole de cerca había saltado Harlok, portando una gran maza sujeta con ambas manos. Aprovechando el impulso de la caída, golpeó violentamente el mango del arma de su compañero, hundiendo el filo y haciéndolo emerger por el otro lado de lo que sería el cuello de la bestia, separando la cabeza del cuerpo. Tras la violenta arremetida, tanto la cabeza como Harlok rodaron varios metros por el suelo.
El monstruo debió morir en el primer
ataque, tal como predijo el soñador, algo no iba bien. El resto de la partida
bajó al suelo para ayudar a sus compañeros y volver al poblado, cuando un
berrido puso a todos en tensión.
Los pocos restos del ciervo se agitaban sobre el suelo como intentando huir, Kar Hadan se dirigió hacia los decapitadores para gritarles que se apartaran, cuando una de las patas puntiagudas del devorador afloró entre las tripas de Gahur, haciéndole soltar el arma. Él la miro completamente perplejo, luego miró a su líder como pidiéndole una explicación que nadie podía darle. Al momento, varios apéndices más ensartaron el abdomen del cazador y en un movimiento brusco se separaron, dejando caer el cuerpo desmembrado en dos a los pies del atónito líder.
Harlok, que se hallaba junto a la
cabeza, se volvió al oír los gritos horrorizados de sus compañeros, al ver lo
sucedido tuvo que inclinarse para no vomitarse encima. De repente, algo viscoso
se enrolló en su pierna derecha, aferrándose dolorosamente a él. Apenas pudo
girar la cabeza antes de que la lengua del monstruo lo tirara al suelo y lo
arrastrara al interior de las fauces, cerrándolas sobre el muslo y seccionando
la pierna entera. Retrocedió como pudo arrastrándose por el suelo sin poder
apartar su aterrorizada mirada del escueto muñón ensangrentado, mientras dejaba
un copioso reguero de sangre a su paso.
Antes de que el líder pudiera
ordenar sus ideas y organizar un plan de acción, los pocos gnomos que quedaban
saltaron enfurecidos sobre el tronco animado del monstruo, seccionando las
patas a golpe de espada, una tras otra fueron cayendo al suelo junto a un chorro
de un fluido denso y verde. Aun cuando terminaron de deshojar el cuerpo, este seguía
convulsionándose, y la cabeza continuaba buscando con la lengua alguna presa a
su alrededor.
Cuando todo parecía calmarse, el
horror se hizo palpable, no solo el Creador de desiertos se resistía a morir o
el ciervo, sino que tanto Harlok, que se había desangrado y yacía pálido en el
suelo, como Gahur, separado en dos, pedían ayuda a su líder, era como si nada
pudiera morir.
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