El grupo de cuatro gnomos recogieron
a Harlok y Gahur, con una sensación de miedo e incredulidad, por un momento
todos pensaron en su compañero, perdido en las entrañas del monstruo, ninguno
tuvo las fuerzas de volver a por él, solo imaginar lo que debía de estar viendo
y sintiendo, era para volverse loco. Uno tras otro comenzaron el regreso en
completo silencio, como tratando de resolver un puzzle sin piezas, sin lógica,
sin mucho en lo que pensar, pero sin poder dejar de hacerlo.
Al llegar a las afueras, la realidad de las
muertes les alcanzó, los alaridos de los que les esperaban hicieron que se
derrumbaran. Tras los augurios del soñador, todos sabían que en el fondo lo más
probable era que ninguno sobreviviera, todos morirían, pero hasta eso parecía
negárseles.
Kar Hadan se dejó envolver por la
pena durante unos segundos, los pocos
que faltaban asomaban en la distancia contemplando la dantesca situación,
respiró hondo y comenzó a caminar, primero solo adelante, para ponerse en
marcha, luego corrigió el rumbo para dirigirse a la cabaña del patriarca del
clan.
Urso Hadan escuchó los hechos y palideció, se
recompuso como pudo y ordenó al cazador que se presentara ante el soñador, para
informarle de lo sucedido. Le pidió que no se demorase, el clan debía
marcharse, los preparativos estaban hechos y tan solo faltaba la orden.
Kar Hadan se encaminó hacia el final
del poblado, tras varias hileras de altos jukos, de madera negra como el tizón
y hojas rojizas, el terreno se elevaba camino de las cumbres y se abría una
gran grieta ante él. El cazador se adentró hacia el corazón de la tierra, donde
mora la casta de los soñadores.
La grieta se convertía a los pocos
metros en una gruta excavada, según dicen por la propia naturaleza, de muros
lisos y forma irregular, como si el fluir de un río subterráneo la hubiera
formado. La gran cantidad de setas luminiscentes de las paredes proporcionaban
una luz tenue que ayudaba a apreciar la dirección que tomaba el túnel. Tras
varios giros en continuo descenso, llegó a la morada del soñador y sus
ancestros, una gran sala esférica con decenas de nichos en las paredes, última
morada de los soñadores.
Nada más llegar le tomó de las manos sin dejarle hablar, un tacto áspero y rugoso, coma la corteza de los jukos, pero frío como las piedras de las paredes que los rodeaban.
-He visto a los árboles creciendo tras quebrarse con los años, sin poder dejar de crecer, aun con las raíces y los troncos podridos. He visto a los creadores de desiertos devorando un mundo que se niega a morir, un mundo sin vida, repleto de seres muertos que se arrastran sin ningún destino por toda la eternidad, armazones de lo que fueron esperando algo que no llegará. El orden natural ha sido cercenado y los sabuesos han salido en busca de su presa, pero su rastro está por todo el mundo. Algo ha corrompido los cimientos de la existencia misma e impide que lo vivo descanse en paz- Kar Hadan retrocedió unos pasos abrumado por la visión de un mundo de pesadilla tan real como el suceso en el bosque.
-Entonces…- el soñador percibió su zozobra, avanzó hasta él y apoyó las manos sobre su pecho para devolverle a la realidad.
-Hace tres días dejé de sentir el corazón del bosque poco antes de tener la visión del claro, es un lugar muy antiguo, el origen de la vida en esta región, una de las grandes fuentes de poder de la madre naturaleza. Temo que haya sido corrompida, temo que lo que haya ocurrido allí acabe con el mundo, necesito que vayas y salves el mundo.
-¿Yo?
-Nos queda poco tiempo, yo no puedo adentrarme en esa tierra marchita sin correr su misma suerte, mi vida está ligada a la tierra y esa tierra está muerta.
-¿Pero Urso Hadan…
-Él es el patriarca, debe proteger al clan y guiarlo a un nuevo hogar. Recluta a tantos guerreros como necesites, pero ten en cuenta que si consigues restablecer el orden natural, todo lo que haya muerto descansará en paz.
-Entonces iré solo.
-Es tu decisión. Viaja al norte, adéntrate en el bosque hasta que los jukos apenas te dejen pasar, entonces habrás llegado a la linde del corazón del bosque, no soy capaz de sentir nada más allá, que los dioses te protejan.
El jefe de cazadores volvió al poblado y se despidió de sus compañeros, el patriarca dio la orden, el clan partió rumbo al sur y Kar Hadan comenzó su solitaria marcha al norte.