Cojo mis maletas, el diario y me marcho al hotel, las llaves me las quedo por inercia, espero no tener que volver. Pero por alguna extraña razón, el gemido deja un vacío insufrible dentro de mí, a lo mejor es un niño después de todo y necesita ayuda. Lo pienso unos segundos y luego lo desestimo, ningún bebé o ser vivo sería capaz de emitir semejantes berridos.
Como algo en el bar de enfrente, mientras escucho buscando el quejido del niño, pero fuera del bloque no se oye, sólo dentro del edificio. Cuando me doy cuenta, he pagado y me dirijo nuevamente al apartamento de Darla, reúno las últimas fuerzas que me quedan y consigo frenarme, dar media vuelta y huir en dirección al hotel.
Estoy en la habitación frente al espejo del baño, creo recordar haber llegado al hotel, saludar a Juan, el de recepción. Sí, el botones cogió las maletas y las subió conmigo, o ¿no?, realmente sólo tengo la sensación de que haya ocurrido. Sin el llanto continuo que me ancla a la realidad, todo me parece un sueño.
Me refresco la cara y me desplomo en la cama, dormiré hasta mañana y ya leeré el diario.
Cierro los ojos, me quito los zapatos con los pies y me estiro boca abajo.
Me pongo boca arriba, luego de lado, del otro, boca abajo de nuevo.
Dos, tres vueltas y decido quitarme el cinturón, seguro que así me duermo.
Dos, tres vueltas más y me quito los calcetines.
Media hora después, me levanto completamente embotado y llamo a recepción, en breve me subirán un somnífero, cortesía del hotel.
Estoy frente al espejo del baño, con un vaso en una mano y el medicamento en la otra.
En algún momento, llegó el botones con él, creo que le di propina, pero no recuerdo haber abierto la cartera.
Me lo tomo y me desplomo de nuevo en la cama, noto como caigo dentro del mundo de los sueños.
Estoy en el salón de la casa de Darla, no tengo ni la sensación de haber venido, así que por fin, habré conseguido dormirme. Oigo un ruido en el dormitorio, desde allí, viene el aroma de la mujer que busco. De repente, el llanto vuelve, esta vez se oye muy alto, sea lo que sea, está en la habitación con Darla, ella le grita que se calle.
Estoy en la habitación, Darla está de espaldas a mí, sostiene la pistola en la mano derecha, con la otra se tira del pelo frenéticamente, mientras le chilla al niño que se calle, pero el llanto no afloja. Doy un paso hacia ella para evitar que haga una locura, no llego a tiempo, apunta hacia delante y abre fuego, seis disparos, no guarda ni una bala.
El grito cesa, ella rompe a llorar, se da la vuelta y me abraza, está destrozada. La abrazo para consolarla, le digo que todo ha terminado, que no tiene nada que temer. Acto seguido, el llanto vuelve, imposible.
Miro la cuna y una larva horrible, gris y deforme, con seis agujeros expulsando líquido verde, llora lágrimas de sangre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario