Desde el día en que los gnomos del clan
Gahar-nolt se asentaron en estos bosques, la casta de los soñadores, generación
tras generación, los ha mantenido a salvo de toda invasión o desastre, sus
almas están tan vinculadas a estas tierras que son capaces de sentir lo que va
a pasar, permitiéndoles estar preparados.
Hoy el clan entero espera que un
soñador pueda equivocarse, esperan que el mito sea tan solo eso, un mito. Dicen
las leyendas que cuando la naturaleza es corrompida, cuando algo amenaza con
romper el equilibrio natural de la vida, ellos aparecen. El soñador sólo vio
uno, pero los creadores de desiertos no viajan solos, se dice que son una horda
inacabable imposible de frenar. Si los viejos cuentos de cuna son ciertos,
grandes naciones perecieron, quedando tan solo yermas extensiones de arena a su
paso.
Todo ocurre en segundos, apenas
comienzan a escuchar el trote desbocado cuando el majestuoso ciervo irrumpe
desde el norte frenando bruscamente en el centro, el miedo recorre sus venas,
sus músculos tensos tiemblan a cada leve brisa que sacude las ramas.
Dos, tres respiraciones y un
monstruo de pesadillas irrumpe como una riada, la velocidad a la que se
desplaza hace que apenas se distingan las innumerables patas picudas que
flanquean su alargado cuerpo, que desaparece en el interior de un agujero
recién abierto a pocos metros de su víctima. La inmensa mandíbula del devorador
destroza al astado por la mitad, colgando los chorreantes restos a ambos lados
de las fauces.
Dos, tres respiraciones y engullirá
los restos en un rápido movimiento de los apéndices que flanquean su mandíbula,
las fauces comienzan a abrirse y da la señal. El primer tronco es liberado y
cae a plomo sobre el lugar exacto de donde emergió la aberración, todas sus
patas se tensan cuando es partida por la
mitad y el chillido de dolor se escucha a varias lomas de distancia.
Dos, tres respiraciones y da la segunda señal, dos enormes troncos vuelan desde los laterales, aplastando el cráneo del monstruo y acabando así con el primero de la legión.
Ahora que sus mayores temores habían
quedado a la luz, sólo podían volver y esperar que les diera tiempo a abandonar
su hogar, abandonar estas tierras exuberantes abocadas a desaparecer.
Antes de que Kar Hadan diera la
orden de descender, Jaar Hadan, mano derecha de la casta de cazadores y el
mayor ególatra del mundo, se escurrió hasta el suelo en busca de su trofeo.
Nada más acercarse a la cabeza del
ser se dio cuenta, sus ojos le miraban fijamente, siguiendo cada uno de sus
pasos. Antes de que pudiera salir de allí, el coloso contorsionó el resto de su
cuerpo y se liberó violentamente del yugo, lanzándose sobre él con las sanguinolentas
y desmembradas mandíbulas abiertas, engullendo al horrorizado gnomo y sus
gritos, que siguieron oyéndose mientras lo trituraba entre sus afilados dientes, acallándose tan solo al perderse más allá de la garganta.